El director Nicolas Vanier nos ofrece en El último cazador un documental atípico. Partiendo de un guión propio se decide a filmar las vivencias cotidianas de un personaje real, Norman, un trampero del Yukón canadiense que intenta salir adelante en la agreste tierra donde reside, luchando contra los elementos. Eso sí, en vez de dejar que la cámara sencillamente registre lo que le sucede al protagonista, el realizador se empeña en crear a ratos algo parecido a una historia de ficción, con lo que al menos tenemos un hilo conductor que nos lleva a lo largo de las casi dos horas de metraje, preocupados por los peligros a los que se expone Norman en sus quehaceres diarios o por la integración de Apache en el grupo de perros que tiran de su trineo.
La verdad es que debido precisamente a esas características de híbrido, El último cazador acaba en tierra de nadie y no contentará ni a los que esperen un documental de animalitos al uso ni a quienes quieran entretenerse con una historia que les mantenga en una cierta tensión. Vale que los paisajes están perfectamente retratados y parece que estemos pisando los mismos parajes que Norman (la sensación de frío en algunas escenas es tremenda). También entendemos perfectamente las dificultades que tuvieron que ser superadas por el equipo técnico durante el rodaje, pero eso no evita que percibamos un claro acartonamiento en el producto final (agravado por el terrible doblaje al español, aunque esa es otra historia), que ciertas situaciones pequen de absurdas y que demos alguna cabezadita en los trozos más aburridos de la película, que haberlos haylos a puñados.
La fotografía de Thierry Machado es excepcional (no en vano fue el responsable de semejante tarea en Microcosmos), para compensar lo machacón de la música, que no da tregua al espectador ni para dejarle oír los sonidos más delicados de esa naturaleza que tanto parece amar el director, y cuyo responsable incluso se permite el detalle de qualité de usar (¡dos veces!) una canción de Leonard Cohen.
El último cazador sería una película interesante de haber sido un documental más puro, pero lo estropea todo la pretensión del director de forzar artificiosamente un drama diseñado por él, cuando la vida del cazador y su mujer ya es bastante dramática de por sí, como vemos en algunos de los momentos de los que somos testigos en este film que, eso sí, transmite amor hacia los escasos espacios salvajes que aún quedan en este planeta.