Pese a lo que opinen algunos, Julio Medem ha realizado una película sincera, equidistante y humana sobre el conflicto vasco, porque su voz no es la suya, si no la de los propios implicados.
Más de 70 entrevistas con personajes de todos los bandos –desde víctimas del terrorismo a Arnaldo Otegui, pasando por Bernardo Atxaga o Felipe González- para desgranar, a modo de diálogo, el conflicto que desangra el País Vasco desde hace demasiados años, su origen y razones, si es que las tiene.
Medem se sirve de la última tecnología digital para grabar las entrevistas, la mayoría de ellas rodadas en bellos exteriores del propio Euskadi con un equipo reducido, ya que el propio Medem ha ejercido las veces de cámara, editor y productor. Una obra artesanal y concienzuda en el que el realizador intenta a modo de fresco social sacar en algo en claro entre tanto odio.
Las entrevistas se apoyan en efectivo y abundante material de archivo; el realizador utiliza inteligentemente películas de su propia filmografía como “Vacas” -la primera y más vasca película del realizador- a otras ajenas como “Yoyes” o “Días Contados”; a la vez, imágenes de informativo con dolorosas visiones de atentados etarras, todo para recrear la historia de Euskadi en un tono que toca más al corazón y a la emoción que al cerebro.
Un ejercicio ágil y en tono didáctico, con momentos realmente intensos –el testimonio de la viuda de una de las numerosas víctimas de E.T.A. montado en paralelo con el de la esposa de un etarra en prisión- que demuestra el talento y la inocente buena fe conciliadora del realizador vasco.
Porque las críticas que ha suscitado esta pelota vasca, ofensas que llegaron incluso antes de ver la propia cinta, son tan poco justificables como el uso de las armas; afortunadamente, estas acusaciones han tenido el efecto contrario y sólo han servido de dos cosas: publicidad gratuita para este honesto y cuidado documental y para darse cuenta de que, quizá, convivimos con gente que le tiene miedo a escuchar voces más allá de su propia garganta.