El término cantonés Hark Se Wui –título original de Election- significa Sociedad Negra (o Tríada). Un tipo de organización secreta que nace en la China del siglo XVII para combatir la invasión manchuria, y que se organiza en un orden muy preciso: logias, jerarquías y profundas significancias simbólicas. Los cambios políticos en China fuerzan el exilio de las tríadas a Hong Kong, donde pierden su sentido original y se disgregan en decenas de instituciones puramente mafiosas que acogen actualmente a más de 300.000 miembros.
En su largometraje número 42 -¡y primero exhibido comercialmente en España!- el cineasta Johnnie To emplea como excusa argumental la elección del nuevo capo de una tríada, que se hace en principio democráticamente, para introducirnos en un ambiente criminal ignoto y mitificado. Y lo hace con una mirada realista, que sigue a criminales de todos los niveles y a los policías que intentan acabar con sus actividades delictivas.
La apuesta es ambiciosa. Por un lado el ritmo es frenético, para poder abarcar las complejas, violentas, y a veces ridículas andanzas de dos clanes disputándose un cetro que otorgará a quien lo posea la legitimidad de regir la organización durante los próximos años. Por otro, tales escaramuzas pretenden reflejar la decadencia de unos valores que ya no pueden ocultar la simple y cruda lucha por el poder. To quiere además que nos impliquemos emocionalmente con los aspirantes al mando: Lok (Simon Yam), un hombre de familia aparentemente pacífico, y Big D (Tony Leung Ka-Fai), un aspirante al puesto ambicioso y exaltado. Y por último, Election se erige en algunos momentos en un documento antropológico que se toma su tiempo para recoger rituales y costumbres con las horas contadas.
Al durar la película apenas cien minutos, resulta inevitable la descompensación entre las partes. Se rumorea que el montaje inicial de Election alcanzaba las tres horas, y no es de extrañar. Tal y como ha llegado a nuestras carteleras, la película transmite precipitación e impersonalidad. A ello contribuye una realización de To tan respetuosa como fría. Vemos que lo contado es apasionante, pero no terminamos de sentirlo así, y el desenlace se nos antoja forzado.
Con todo, la película mantiene el interés gracias a su ritmo endiablado, y a la eterna fascinación que producen la mentalidad oriental y su concepción de los valores y del drama.