Entramos en este 2006 con buen pie tras asistir al primer estreno español en pantalla grande. El primerizo Santiago Tabernero (es su ópera prima pero lleva muchos años metido en el medio audiovisual como guionista de cine y como director del programa emitido en la 2 “versión española”) es el artífice de llevar a buen término esta cruda a la vez que hermosa fábula. Ambientada en un pequeño barrio periférico con la muerte de Franco como telón de fondo, nos lleva al año 1975 en el que la gente comienza a despertar del gris que inunda sus vidas para dar paso a un mundo con vistas al color. La aparición de los primeros televisores que abandonan el blanco y negro coincide con el despertar de Fede(Junio Valverde, feliz descubrimiento) un niño de catorce años que no consigue adaptarse a su barrio.
Le acompañan en su viaje de iniciación a la adolescencia su hermana Bego (Silvia Abascal) a punto de casarse, sus amigas de pandilla (Nadia de Santiago y Natalia Abascal) y su abuelo (Joan dalmau) republicano de pro cuyo único fin será ver morir al caudillo para celebrarlo. El reparto lo completan un buen puñado de jóvenes además de un nutrido elenco de secundarios que proporcionan enjundia a su sencilla historia (como la impresionante Carmen Machi o a Andrés Lima).
Concebida a modo de crónica negra de la España que dejamos atrás, Vida y color exuda belleza dentro de las miserias causadas por los años de pobreza de un periodo de nuestra historia más reciente, situada ésta a medio camino entre el tono costumbrista y alegórico, con una puesta en escena estilizada y muy viva gracias a la compleja labor del maestro Jose Luis Alcaine.
Basada en un relato que el propio cineasta firmó hace casi diez años, Tabernero pone al servicio del espectador un nuevo territorio sin explorar por las generaciones que crecen bajo el protector manto de la democracia, aunque se reflejen varios temas tratados en la película que por desgracia no distan demasiado de lo que ocurre en nuestros días (acoso escolar y demás aspectos no desvelables).
Si algo hay que reprochar a la producción sería que algunos personajes queden un tanto desdibujados en detrimento de otros mucho más cuidados, dada la variedad de sentimientos que se acumulan en la historia. Aún así, el resultado convence. Obtuvo una gran acogida en el festival de Valladolid donde se llevo el premio del público, y a esto se le puede añadir un Goya a la mejor dirección novel.
El ritmo narrativo ayuda a recrear una intimidad que se agradece al tiempo que queda remarcada por una ambientación musical y escénica reseñables.