Volker Schlöndorff presentó ayer en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su última película, El Noveno Día. Un desgarrador drama basado en hechos reales con el que el cineasta alemán demuestra, aunque sus obras no tengan ya la repercusión de clásicos como El joven Törless (1965), El honor perdido de Katharina Blum (1975) o El tambor de hojalata (1979), estar en plena forma como autor comprometido con la realidad.
La rueda de prensa se desarrolló en un ambiente cordial. Schlöndorff se mostró accesible y se esforzó por comprender el castellano de sus interlocutores, aunque cuando llegaba su turno prefería expresarse en alemán y en inglés. Empezó por aclarar que aunque El Noveno Día se basa en hechos reales ocurridos en la Europa sojuzgada por los nazis de 1942, y analiza los sufrimientos y humillaciones que sufrieron los católicos continentales, él ante todo prefiere resaltar las incertidumbres y las elecciones éticas individuales que propició el momento histórico, y no tanto el nazismo o los conflictos entre iglesia y estado. Elección que para él diferencia su película de otras producciones recientes como El Hundimiento o Amén.
Con ese fin Schlöndorff decidió primar la mirada subjetiva del sacerdote Henri Kremer (Ulrich Matthes), desde sus terribles experiencias en un campo de concentración hasta los dilemas que ha de afrontar cuando es liberado por espacio de nueve días solo para que interceda a favor de los nazis ante el estamento eclesiástico de Luxemburgo, cuya actitud díscola deja en evidencia al régimen hitleriano. La presión a que se ve sometido Kremer, y su relación con un mando de la Gestapo (August Diehl) que vela por que el religioso cumpla con la misión encomendada, han permitido a Schlöndorff hablar de lo que a sus 66 años realmente le interesa: “los comportamientos y sus motivaciones, la fuerza de voluntad para vencer el mal, la lucha del individuo contra los condicionantes sociales”. Aspectos que marcarán también su próximo proyecto, La Heroína Olvidada, en torno a una componente del sindicato polaco Solidaridad.
El director se desliga así del cine espectáculo que prima hoy en nuestras carteleras, que afirmó “ni quiero ni sabría hacer”. Preparó y realizó El Noveno Día estudiando documentales y la obra narrativa de Primo Levi para reflejar el horror de los campos de exterminio, y ensayando con los actores protagonistas durante semanas para dar verosimilitud a sus enfrentamientos dialécticos, en los que se juega el futuro de muchos seres humanos; técnica para él habitual tras aplicarla por primera vez en La Muerte de un Viajante (1985). Con esa meticulosidad, y presupuestos ajustados, Schlöndorff confía en poder seguir haciendo cine “de calidad y resultados económicos aceptables” durante mucho tiempo.
Precisamente el paso de los años tiñó de nostalgia varios momentos de su presencia ante los medios. El realizador recordó su juventud, en la que como estudiante con los jesuitas descubrió el cine gracias al talento de Elia Kazan o Luchino Visconti. “Pero films como El Gatopardo pertenecen a una época pasada del cine europeo. Yo me siento satisfecho”, concluyó, “con la oportunidad de aportar con mis obras granitos de arena en playas compuestas por superproducciones y cintas comerciales. Agradezco la posibilidad de estrenar El Noveno Día en España”. La película es la primera distribuida en nuestro país por Leon Cinema.