El realizador alemán Volker Schlöndorff representó durante años, gracias a películas como El Joven Törless o El Tambor de Hojalata, un ejemplo de cine realista y reflexivo con potencial comercial. Sin embargo, debido a sus propios errores (Un amor de Swann, El Ogro) y a la dictadura del espectáculo, las multinacionales norteamericanas y el infantilismo, se ha convertido en un francotirador, un cineasta que aspira con presupuestos económicamente modestos e ideológicamente ambiciosos a seguir planteándose y planteándonos con un gran dominio del medio preguntas sin fácil repuesta.
El Noveno Día es particularmente dura. Se basa en hechos reales, y cuenta la odisea de Henri Kremer (Ulrich Matthes), un religioso luxemburgués preso en un campo de concentración nazi. Las autoridades alemanas deciden concederle un permiso de nueve días, que ha de emplear en convencer al obispo de Luxemburgo para que abandone ciertas actitudes díscolas y firme un comunicado de colaboración con los ocupantes. La misión crea en Kremer enormes dudas. Si no la cumple, sufrirán su familia y los religiosos que permanecen en el campo de exterminio. Si se pliega a los nazis, conseguirá la libertad para él y otros sacerdotes, y sus seres queridos podrán abandonar el país.
El acierto de Schlöndorff consiste en tomar una anécdota histórica y trascenderla dando cuenta de los problemas de conciencia del protagonista. El Noveno Día es un thriller moral, por así decirlo, en el que el padre Kremer confronta el sentido de sus creencias con su familia, con las autoridades religiosas, y con el mando de la Gestapo (August Diehl) encargado de controlarle durante los nueve días de libertad. La película nos hace compartir los sufrimientos físicos y mentales del personaje principal en el campo de exterminio y en los despachos, dotando a la acción de una subjetividad que impregna los menores gestos y termina prestando una emoción considerable a los acontecimientos.
Los diálogos son apasionantes, las interpretaciones extraordinarias, el metraje el justo, y la fotografía dota a las imágenes de la adecuada gravedad. El Noveno Día es un ejemplo de cine clásico en el mejor de los sentidos: una coherencia plena entre forma y fondo que invita a participar al espectador, haciéndole revivir la historia con ánimo de enseñar que hasta en los peores momentos podemos dar lo mejor de nosotros mismos. Muy recomendable.