Bordadoras nos brinda la ocasión de recrearnos en un film repleto de emociones transmitidas en voz baja, sin querer molestar y de manera contenida.
Aislamiento, sosiego, silencio... tres calificativos para describir la ópera prima de la joven Eleonore Faucher Bordadoras tras haber dirigido dos cortos además de haber trabajado como ayudante de cámara en varios largometrajes.
La inspiración que le llevó a escribir el guión le sobrevino mientras cosía un jersey. Tres años después, la relación entre Claire (Lola Naymark) adolescente embarazada de cinco meses y la señora Melikian (Ariane Ascaride), rota por la muerte de su hijo, se materializa en celuloide abordándola de manera sobria aunque certera.
El encuentro entre las dos mujeres permite a la directora rastrear sentimientos tales como la soledad y la culpa sin más detalles que los proporcionados por unos personajes con mucho poso aunque temerosos de dar a conocer sus debilidades (como muestra la incomunicación madre e hija).
La trama discurre, por tanto, con absoluta tranquilidad, como los bordados que sus dos protagonistas tejen sin descanso. No obstante, la relación de estas dos heroínas de su tiempo no resulta nada fácil. El relato se aleja del tono complaciente situándose más cerca de la austeridad, en ciertos momentos desmedida, quizá debida a la falta de información que recibimos de los personajes.
El film pasa de soslayo por el aspecto más social centrándose en su faceta personal, sin alardes de ningún tipo ni subtramas que puedan distraer al espectador. Protagonizado por la musa del gran narrador de tintes sociales Robert Guediguian, Ariane Ascaride borda, y nunca mejor dicho, un papel complejo debido al drama familiar al que se ve sometida, donde su rostro callado expresa en un solo fotograma mucho más que todo el guión repetido hasta la saciedad.
Rodada en escasos escenarios, Bordadoras nos brinda la ocasión de recrearnos en un film repleto de emociones transmitidas en voz baja, sin querer molestar y de manera contenida, probando quizá nuestra paciencia si la duración llega a extenderse en demasía (por suerte, la producción llega a los 89 minutos). Por ello Eleanore Faucher firma con buen oficio su primer largo obteniendo con ello el gran premio en la semana crítica de Cannes 2004. Al menos debería ayudar para abrirse camino hacia el éxito en nuestra cartelera.