David Spritz (Nicolas Cage) se gana la vida como el hombre del tiempo sin ser meteorólogo. Con un apellido falso para darle un enfoque más televisivo, se avergüenza a sí mismo cada vez que se compara con su padre, un escritor famoso y retirado.
Por si ello fuera poco, su hija está descaradamente obesa y su hijo tiene problemas con la marihuana. Su mujer le dejó cansada de su desprecio, representado por el olvido de una salsa tártara, y cada dos por tres su ropa acaba en el tinte gracias a que regularmente le lanzan refrescos y comida rápida cuando camina por la calle.
La historia de Steven Conrad dirigida por Gore Verbinsky (que con esta cinta se toma su única pausa entre los rodajes de la trilogía de Piratas del Caribe) es tan triste y lamentable que llega a resultar graciosa. Su protagonista lleva una existencia cómicamente penosa y parece ser la víctima de un destino que se burla de él por sus veniales pecados. Incomprendido y único dueño de sus inquietudes, cada vez que trata de resolverlas y mejorarlo todo, todo no puede si no salirle mal. La única excepción, sus lecturas meteorológicas. No tendrá ni idea de por qué llueve cuando lo hace, le enervará hasta lo más profundo cada una de las veces que se le acercan desconocidos que creen tener en él un amigo a preguntarle por la lluvia, pero leer el tiempo, lo lee más que bien.
Todo en El Hombre del tiempo está dispuesto para hacer comprender del personaje protagonista, narrador en off en varios pasajes, lo fastidioso de sus tribulaciones. La calma silenciosa y la fotografía invernal está presente como un personaje que en su atmósfera se alía para aislarlo cada vez más. La sencillez del guión lo hace creíble e insustancial para los que buscan historias de aventuras. Incluso parece faltarle algo para lo que aparenta plantear la trama en cuanto a evolución de personajes. Porque no hay nada en Mr.Spritz que haga intuir una sincera evolución o un aprendizaje, sólo en la proximidad del desenlace los acontecimientos viran ligeramente en dirección más oportuna para el cierre y para permitirle seguir con su camino.
Es por ello que a pesar de estar sustentada en interpretaciones perfectamente acopladas gracias a Cage y a Michael Caine, y de tener una cierta carga de humor entre triste e irónico, el hecho de que este sea sutil, surgido de torpezas poco llamativas y de realidades vulgares, no pueden convertirla en un reclamo mayor. Incluso cabría afirmar que cambiando los actores principales por otros igualmente eficaces pero de menos carisma, pasaría a ser un estreno de práctica irrelevancia. No obstante, quien quiera atender con calma a las prosaicas desventuras de un Hombre del Tiempo que trata de encontrarse a sí mismo y de hacer algo digno con su vida, tendrá una buena sesión entre el humor y el filo del drama, siempre y cuando entienda de antemano la propuesta.