El nicho natural de North Country es una sobremesa televisiva
Las grandes damas del Hollywood clásico –Bette Davis, Joan Crawford- sobrevivieron durante décadas encarnando el mismo tipo de personaje intenso y sufridor. Pero los tiempos cambian, y en la actualidad se exige una versatilidad interpretativa que permite de paso compensar riesgos y popularidad.
Así, Charlize Theron –como Naomi Watts o Nicole Kidman- procura combinar cada temporada estrenos escapistas y comprometidos. Un equilibrio inestable, sustentado además en las limitaciones del cine comercial: de películas como The Italian Job o Aeon Flux más vale olvidarse, pero tampoco está claro que producciones de prestigio como Monster o esta North Country aporten nada a nadie salvo a la Theron: le permiten expandir sus registros, pedir perdón por su belleza, y a lo mejor hasta saldar cuentas con su propio pasado.
En esta ocasión la actriz sudafricana protagoniza un drama basado en hechos reales, lleno de buenas intenciones y descaradamente enfocado a los Oscar, en torno a una mujer que abandona a un marido maltratador y se muda con sus dos hijos a Minnesota. Allí encuentra trabajo en una mina donde deberá luchar en solitario contra el acoso sexual de sus compañeros.
Un tema grave, nadie va a negarlo. Pero la calidad de una película sigue midiéndose, pese a correcciones políticas y complicidades, por lo que aporte de nuevo sobre esquemas trillados, y por sus valores visuales. Y North Country no da la talla en ninguno de tales aspectos.
En primer lugar, porque recuerda demasiado a otros films reivindicativos sobre mujeres en entornos agresivos, como Norma Rae (1979), Silkwood (1983), Erin Brockovich (2000) y hasta Acusados (1988); todos ellos, por cierto, también realizados a mayor gloria de las actrices principales. En segundo lugar, porque abusa de muchos tópicos argumentales, incluyendo juicios, desencuentros amistosos y familiares que se arreglan en público, y secretos que salen a la luz en el último minuto. En tercer lugar, porque tanto tópico difumina el presunto fondo de North Country, un caso de denuncia colectiva por acoso sexual que cambió la legislación norteamericana.
Y por último, porque la Theron se lleva demasiado protagonismo –a su personaje le ha pasado de todo- en detrimento de los demás caracteres, sus relaciones y los ambientes donde se desarrolla la acción. Aquí también tiene una responsabilidad la dirección de Niki Caro (Whale Rider), simplemente correcta y en algunos momentos reiterativa.
Si North Country no estuviera rodada en formato panorámico, y figuraran en su reparto viejas glorias y actores mediocres, podría pasar por uno de esos infinitos productos televisivos que las cadenas privadas emiten después de comer. Que es, francamente, su nicho natural.