Sólo los caprichos de las distribuidoras y los exhibidores pueden explicar cómo es que se estrena a estas alturas de la vida una película fechada en 2002, por mucho que venga firmada por la directora holandesa Paula Van Der Oest, quien fuera nominada al óscar por Tres hermanas y dos novios en 2001. De hecho, la película que nos ocupa aquí, Moonlight, ya puede encontrarse editada en dvd en nuestro país desde hace unos meses.
Pasando por alto las razones de su estreno en estas circunstancias, debemos hablar de la trama del film: una niña de buena familia se topa con un chico afgano que ha sido recientemente usado por unos criminales como correo de la droga, siendo abandonado a su suerte con una bala en el cuerpo y algunos paquetes de una sospechosa sustancia blanquecina. La protagonista experimentará un flechazo y se entregará en cuerpo y alma al desconocido, pese a la barrera idiomática (el chico no habla inglés, ni ninguna de las lenguas que se imparten en el elitista colegio donde a buen seguro asiste la niña). Reseñar cómo, a pesar de este impedimento y de las pocas palabras que llegarán a cruzarse a lo largo del metraje, la comunicación entre ambos jóvenes será mucho más profunda que la que tiene, sin ir más lejos, la niña con sus casi ausentes padres, absortos en su trabajo e incapaces de ver lo que sucede en el mismísimo jardín de su casa. Algo hay del espíritu de Michael Haneke en este trabajo.
En cuanto a lo que les sucede a los dos protagonistas, decir que en sus peripecias intentando dar esquinazo a los criminales (que aún buscan la droga que iba contenida en el cuerpo del chico) hay momentos para todos los gustos, y que el ojo de la directora se ajusta como un guante a casi todos: hay carreras trepidantes cámara al hombro, experiencias alucinógenas gracias a los narcóticos, mímica sincopada (cuando los dos niños se “cuentan” qué les sucedió justo antes de conocerse), escenas más reposadas, y algunas directamente poéticas (el final, que no reventaremos aquí). La cinta avanza a ritmo constante, haciendo de la elipsis una virtud y no aburriendo al espectador salvo en la parte central, cuando la huida hacia delante de la que somos testigos parece perder el rumbo (el tramo en el hospital) y somos más conscientes del absurdo de algunas situaciones y de unas cuantas casualidades forzadas por el guión para que la historia tenga de qué alimentarse.
Lástima que intuyamos con demasiada fuerza el hecho de que al final vayamos a presenciar el enfrentamiento definitivo con los traficantes, porque eso le resta interés a todo lo que pasa por el medio: sabemos que los dos jóvenes sólo están retrasando lo inevitable. Aun así, la resolución es muy curiosa para tratarse de un thriller, y ayuda a que la cinta supere la puntuación media de las producciones que se vienen estrenando en nuestras pantallas. Por desgracia, dudo que aguante más de un par de semanas en cartel.