Todavía sin tiempo para asimilar el ciclón de los 'bad boys', otra muestra de pareja patrullera asalta la pantalla para la resolución del enésimo caso policial. El concepto de química que se maneja desde el lado guionista, parte siempre en estas circunstancias de la unión de rasgos antagónicos para formar al dueto protagonista, instrumento con que justificar animadas discusiones mientras el caso de conspiración languidece víctima del agotamiento. No se le puede pedir más, ya no hay más casos de drogas, conspiraciones, traiciones, o posible implicación personal de los agentes que puedan llamar por si solos la atención. Es por eso que el afamado Doctor Jones aportará su veteranía para contrastar con la juventud inexperta de su compañero, modo de servir el mismo elemento cómico durante toda la discreta comedia.
De cara a buscar alicientes, la falta de chispa intentará compensarse con más y más materia de apoyo: profesiones paralelas (Ford también ejerce de vendedor inmobiliario en tanto su compañero de gurú de yoga), líos de cama que implican a antagonistas y, para una supuesta revalorización argumental, algún fallecido familiar en crimen no resuelto que, casualmente, se unirá al caso presente participando de común desenlace. Resulta curioso que toda esta letanía, toda la exposición de usos que devinieron abusos, se configure habitualmente como una lista de la compra, como un instrumental quirúrgico para extirparle al público sus dineros, a costa de algo ya vendido con cambios demasiado escasos. Y más cuando al humor en ningún momento se le coge el pulso, las pesquisas investigatorias y quehaceres paralelos merecen idéntico grado de desdén, y sólo persecución final sin lógica clara (o bien el guión se agujereo, o la atención decaída no acompaña) logra algo de corrección a pesar de sus lagunas. No se cubre de gloria cuando repentinamente el malo malísimo se lía a correr junto a uno de sus secuaces (parejita contra parejita), para con ayuda de musiquita acelerada y la de la perspectiva del fin de cinta, animar y desperezar al espectador paciente. Algún golpe chocante de lacio disparate permitirá entonces esbozar tímida sonrisa para alegrar el fin de fiesta con el que terminar pronosticando: no parece que la taquilla vaya a acompañar en este caso hacia la segunda parte. Todo tiene su lado bueno.