Hace apenas unos días la Academia Española de Cine decidía premiar a la cinta argentina Iluminados por el fuego con el Goya a la mejor película extranjera en lengua hispana, tras ser recientemente estrenada en nuestras pantallas habiendo cosechado ya premios en festivales como el de San Sebastián o La Habana. Una vez visionado el trabajo del director Tristán Bauer no cabe duda de que los académicos han dado en el clavo al reconocer la calidad de una cinta antibelicista de esas que parece que da miedo hacer, hoy en día y siempre, no sea que algún político conservador o los altos mandos militares se mosqueen por la crudeza con que se retrata el glorioso arte de la guerra.
El intento de suicidio de uno de los combatientes en la Guerra de las Malvinas, más de veinte años después de aquel conflicto, hará que vuelvan a la mente de Esteban (Gastón Pauls, que coprotagonizara junto a Ricardo Darín la espléndida Nueve reinas) recuerdos que acabarán convirtiendo a Iluminados por el fuego en un enorme flashback de más de hora y media, con puntuales regresos al presente para asistir a la evolución del suicida y dar algo de tregua al espectador. El argumento así esbozado podría parece que ofrece bien poco, tan sólo la estancia de unos cuantos soldados en una guerra, desde su inicio hasta su conclusión, pero estaríamos incurriendo en un grave error.
Si en la reciente Jarhead nos convencían de que esperar a que empiecen los ataques es malo, Iluminados por el fuego insiste en ello, pero luego nos demuestra sin ninguna duda que el combate es cien veces peor, por imposible que pudiera parecer viendo las condiciones en que debían malvivir los jóvenes argentinos que defendieron las Malvinas (sin que sus superiores contribuyeran mucho a mejorar la situación). Algunas escenas de combate o enfermería podrían antojarse quizá algo excesivas, pero aquí no estamos ante una de esas películas bélicas americanas donde el tempo está perfectamente medido para que haya de todo un poco y el espectador medio no se aburra, sino que Iluminados por el fuego echa mano de los recursos a su alcance para mostrarnos imágenes verosímiles y transmitir sentimientos que ilustren la tesis que defiende todo el film: la guerra es uno de los inventos más absurdos de la humanidad.
Tristán Bauer no tiene miedo de llamar a las cosas por su nombre. Nos dice que Argentina quiso darse un falso halo de poderío ante el resto de naciones, y también que una vez aceptada la derrota no supo tratar adecuadamente a la carne de cañón que habían puesto a defender las Malvinas, ignorándolos como Estados Unidos hizo con sus combatientes en Vietnam y consiguiendo así que hubiera más muertos después de la guerra (más de 300 suicidios de excombatientes) que durante la lucha. Nadie recibió a los héroes cuando regresaron al hogar, porque había que pasar página lo más deprisa posible.
Es justo al final cuando las imágenes que tienen lugar en el presente dejan de ser una mera comparsa en la narración y pasan a un primer plano, encargándose de cerrar la historia de una forma tan emotiva que es difícil contener las lágrimas, tanto por lo que se nos muestra como por todo lo que ello sugiere: la letra de la canción que suena pone los pelos de punta, y en combinación con todo lo que hemos visto con anterioridad nos hace darnos cuenta del asco que da a veces vivir en este mundo, junto a según qué gobernantes y militares que no tienen reparos en jugar con la política y la guerra para satisfacer sus propios intereses partidistas o patrióticos. Sencillamente impresionante.