Más allá de la mera repetición virtual de la historia narrada, nos encontramos con una prolongación en toda regla de esta que prosigue las subtramas y personajes del original.
En “Vampiros” (1998), John Carpenter ponía en boca de su protagonista (James Woods) una descacharrante crítica a la estética imperante en las historias de vampiros de los últimos tiempos. En referencia a los tópicos asociados por la imaginería popular al mito del bebedor de sangre, aseguraba que los verdaderos chupasangres son alimañas salvajes que nada tienen que ver con los modales refinados, las ropas de marca, el aspecto elegante y la aureola trágica y romántica cultivada por Anne Rice y similares.
Esto viene a cuento porque el film que nos ocupa ha sido construido en base a esos y otros tópicos de forma plenamente consciente, e incluso se atreve a celebrarlos y llevarlos aún más allá.
Secuela de la exitosa “Underworld” (2003), a cargo de prácticamente el mismo equipo técnico y actoral, la nueva película del realizador Len Wiseman ha sido llevada a cabo partiendo de la misma fórmula que la original: el enfrentamiento entre dos arquetipos de enorme atractivo en la mente del espectador como son los vampiros y los hombres lobo, aderezado por multitud de referencias arguméntales (los juegos de rol de la editorial White Wolf) y visuales (“Matrix”, “Blade”, “Vampire Hunter D”) y narrado con un ritmo y un gusto por la ambientación neogótica que dieron pie en su momento a una de los producciones más entretenidos de la temporada. El resultado ofrece hora y media de diversión tan disfrutable que cuestiones como la originalidad o la innovación quedan al margen.
Uno de los aspectos más remarcables es la manera en que está enfocado su carácter de secuela. Más allá de la mera repetición virtual de la historia narrada, nos encontramos con una prolongación en toda regla de esta que prosigue las subtramas y personajes del original llevándolos a un desarrollo que evita los elementos ya vistos, en un ajustado ejercicio de continuidad en la cual se engarzan los nuevos personajes y situaciones sin estridencia alguna y enriqueciendo la historia –mención especial al prólogo-, otorgando así de un carácter familiar a los seriales fantásticos a los que hace referencia.
Es más, ambas películas podrían proyectarse seguidas y ser apreciadas como un todo único sin que el público advirtiese las fisuras.