No aporta ninguna novedad destacable pero se revela como una atractiva y bien servida dosis de entretenimiento.
El mayor problema viene sin embargo por su naturaleza multirreferencial y su uso de los tópicos y lugares comunes de los géneros de acción y terror, en todos los cuales acaba cayendo. Un estilo que al igual que en el primer “Underworld”, lleva al conjunto a ser bastante predecible. Provoca cierta insipidez –que no aburrimiento- puesto que el espectador medio verá venir de lejos todos los giros y resoluciones mucho antes de que estos lleguen.
La ambientación también resulta uno de los aspectos más cuidados –no en vano Wiseman comenzó en esto del cine como director artístico-, mas aún teniendo en cuenta un presupuesto (unos 35 millones) relativamente reducido para sus características. Pese a que la ambientación urbana ha dejado paso a otra de carácter mas rural y montañoso, los oscuros decorados de aspecto antiguo y primitivo bañados en humedad permanecen y los trucajes resultan bastante conseguidos, especialmente en el caso de los licantropos y de Markus (Tony Curran) el villano alado de la función.
En cuanto al reparto, sorprende a priori la aportación del siempre eficaz Derek Jacobi, -alejado aquí de sus habituales cometidos shakespeareanos- en un papel que, pese a que aparenta no creerse, seria capaz de interpretar hasta dormido y de forma que los espectadores nos lo traguemos a pies juntillas gracias a su enorme oficio y presencia. Presencia también es de lo que hace gala Kate Beckinsale en su composición de heroína de acción tan contundente como atractiva, pero que adolece nuevamente de una inexpresividad que recuerda mucho a los mejores “caradepalo” de cine de acción y muy poco a la actriz prometedora que ha mostrado en otras ocasiones.
En resumen, esta continuación no aporta ninguna novedad destacable pero se revela como una atractiva y bien servida dosis de entretenimiento puro y duro que no decepcionara al que vaya al cine buscando algo de sana evasión.