Imagínate que eres Lisa, una terapeuta neoyorquina que se entera de que Rafi (Uma Thurman), una de sus pacientes, vuelve a salir con alguien a las pocas semanas de divorciarse y eso la está haciendo inmensamente feliz. Hasta aquí todo perfecto, pero imagínate también que descubres por casualidad que la persona con quien está saliendo Rafi es tu hijo David, ese jovenzuelo de 23 años que quiere dedicarse a la pintura y con el que no acabas de tener la mejor de las relaciones. Te das cuenta de que Rafi no es judía, y de que a sus 37 años lo más seguro es que ande ya a la búsqueda desesperada de una persona que le dé un hijo que poder disfrutar durante el resto de su vida (aunque tú no disfrutes mucho con el tuyo, pero esa es otra historia).
¿Qué harías en lugar de Lisa? ¿Aceptar que lo más importante es que tu paciente sea feliz y no intervenir en su relación, aunque eso tal vez aboque a tu hijo a verse obligado a hacerse cargo de un bebé cuando obviamente aún no está listo para ello, o por el contrario advertirías a tu vástago del lío en el que se podría estar metiendo y le obligarías a replanteárselo? La terapeuta, interpretada eficazmente por Meryl Streep, lo tiene muy claro desde el principio, y actúa en consecuencia con su decisión.
Secretos compartidos es una de esas comedias americanas dirigidas al gran público a las que, lo sabemos por experiencia, apenas cabe pedir que nos entretengan mínimamente y que tengan cuatro o cinco chistes que funcionen, y en ese sentido la cinta de Ben Younger (realizador de El informador, estrenada en 2000) cumple. Nos da un poco igual toda la parte de la historia de amor entre Rafi y David porque la hemos visto antes en unos cuantos millones de películas, y sabemos cómo va a ir la cosa: se conocen gracias al azar, notan una conexión especial entre ellos, luego viene el cortejo, saben que están hechos el uno para el otro, más tarde toca conocer a la familia, pero hay algunos malentendidos que llevan a una ruptura y la posterior reconciliación... Más interés revisten las secuencias compartidas en la consulta entre las dos actrices principales, principalmente gracias a las dotes interpretativas de ambas. Lástima que la duración de la película sobrepase la hora y media, porque en estos productos cada minuto que excede ese límite suele restar cualquier posible mérito a lo narrado, aunque lleve un ritmo tan vivo como el usado en esta cinta por el director.
Todo lo que se nos va contando está bastante sobado y es predecible en líneas generales, aunque haya toques cómicos que suben ligeramente el nivel: la abuela de David golpeándose con la sartén, el amigote que no consigue salir nunca dos veces con la misma chica... Cosas que en el contexto de una película menos comercial quizá serían más apreciables, pero que aquí saben a poco porque sabemos que son un mero descanso antes de volver a una historia de amor con toques humorísticos que no aporta nada de novedoso, salvo su conclusión, algo inesperada y poco complaciente (menos mal) de cara al espectador.
Al final, ya puestos a conformarse, hay que volver a usar la muletilla esa de podría haber sido peor, ya usada recientemente por quien esto suscribe para definir films como De boda en boda, Adivina quién y Ojalá fuera cierto. Triste consuelo.