Las cosas se van poniendo cada vez más angustiosas para el protagonista, que demuestra una y otra vez el gusto que tiene por complicarse la vida él solo.
Hace ya bastantes años que los thrillers tuvieron su momento de gloria, y gracias a películas como Atracción fatal, Mujer blanca soltera busca, De repente un extraño o La mano que mece la cuna aprendimos que no había que fiarse de amantes, compañeras de piso, inquilinos o niñeras de torva mirada. Ahora una nueva película tan convencional como aquellas nos quiere alertar de los males que conlleva serle infiel a tu mujer mientras tu hijita enferma yace en cama esperando una muerte a corto plazo más que probable.
El título original de Sin control es Derailed (“descarrilado”), y hace referencia al hecho de que el protagonista de la cinta conoce, en el tren matutino que coge para ir a trabajar, a una mujer que cambiará su vida de un modo que éste apenas puede imaginar. Será cuando ambos personajes estén a punto de consumar su infidelidad que irrumpirá el malvado Philippe (un Vincent Cassel que ya está acostumbrado a acometer solventemente papeles de cabrón desagradable), y a partir de ahí arrancará en serio la película, después de media hora de introducción (que podía haberse acortado, porque aun así nos cuesta horrores creernos que un hombre en esa situación familiar busque un respiro en la infidelidad fácil).
Según vayan pasando los minutos, y para no reventar mucho el argumento, baste decir que las cosas se van poniendo cada vez más angustiosas para el protagonista, que demuestra una y otra vez el gusto que tiene por complicarse la vida él solo. No es capaz de hacer que intervengan las fuerzas del orden ni para quitarse de encima parte del marrón (y además da pie a la escena más absurda y sonrojante de todo el metraje, la de la prostituta y los policías de patrulla). Eso sí, hacia el final toda la inutilidad e incapacidad de reaccionar del personaje principal quedarán atrás. De hecho, parecerá que su hermano gemelo listo ha tomado el mando, de tan brusco que resulta el cambio, pero la catarsis nadie se la quita al espectador medio, ése que más o menos se ha ido identificando con lo que le pasaba al pobre Charles y que ha sentido la tragedia como suya. Total, que inevitablemente recordamos cintas como las mentadas al principio de esta reseña, de las que Sin control no anda demasiado lejos, para lo bueno y para lo malo.
Entre lo positivo hay que resaltar que el héroe no sea un tipo moralmente perfecto (razón por la cual -toma moralina barata americana-, resulta castigado de esa forma), y también el tratamiento de la imagen, que se aleja de la candidez y el glamour típicamente hollywoodienses. En lo negativo advertir sobre la falta de química entre Clive Owen y Jennifer Aniston y sobre lo poco destacable de sus interpretaciones (él se ha acostumbrado a poner las mismas caras siempre, pero al menos ella no recurre a ninguna mueca de las de Friends).
Por desgracia, y a pesar del mediano entretenimiento que supone el film, cuando la proyección acaba y te pones a repasar lo visto surgen unos cuantos agujeros en el argumento que hacen replantearse al espectador lo presenciado con anterioridad, y cómo pueden haberse mantenido en pie ciertas situaciones, por lo que es inevitable sentirse algo estafado. Eso sí, a cualquier amante de los thrillers seguramente le enganchará, porque no acaba de estar mal construido del todo.