semana tras semana la cartelera se llena de comedias ñoñas que no parece cuestionar nadie
La última película de Rob Reiner (Cuando Harry encontró a Sally) sigue la estela de Algo para recordar y Tienes un e-mail, comedias sentimentales que se inspiraban en el cine clásico no como simples remakes, sino para reflexionar sobre los cambios en las relaciones entre sexos.
El guión de Ted Griffin toma como referencia El Graduado, y plantea la curiosa idea de que el enredo desarrollado en 1967 por el director Mike Nichols y el escritor Charles Webb estuviera basado en rumores reales: Sarah (Jennifer Aniston) viaja con su novio Jeff (Mark Ruffalo) a Pasadena, para asistir a la boda de su hermana menor (Mena Suvari). Una indiscreción de su abuela (Shirley MacLaine) pone a Sarah en la pista de un par de secretos familiares, y acrecienta su desconfianza hacia las virtudes del matrimonio y del ambiente convencional que la rodea.
Esta película sería mucho más interesante de haber podido escapar a los insoportables condicionantes del género en que se sitúa. Es fácil atacar sistemáticamente el cine de acción y de terror, al ser sus señas de identidad y sus debilidades muy aparatosas. Pero semana tras semana la cartelera se ve inundada por comedias ñoñas a mayor gloria de actrices mediocres y tiendas de novia, cuya estulticia y conservadurismo no parece cuestionar nadie. Dicen por ahí... está plagada de gags flácidos, muchas veces –como el prólogo en el lavabo del avión- sin relación alguna con el argumento; de localizaciones y vehículos que harán las delicias de aspirantes a la visa oro; de protagonistas sin carisma y secundarios de lujo compitiendo por líneas de diálogo a las que solo faltan las risas enlatadas; y de interminables escenas de revelaciones agridulces y reconciliaciones. Todo ello sin demasiado ritmo ni ilación, certificando la decadencia de Reiner.
Y sin embargo... las dudas del personaje principal son descritas con acierto, y se siguen con atención sus errores y dilemas. La entrada en la madurez, y el miedo consiguiente a las consecuencias de sentar la cabeza o seguir persiguiendo fantasmas, están bien reflejados. El espectador se siente implicado emocionalmente en la situación. Dicen por ahí... es por tanto una cinta recomendable a pesar de su envoltorio, que por desgracia limitará su público potencial a quienes es posible no sepan apreciar las cargas de profundidad latentes bajo la melaza.