Hollywood tiene la manía de presentarnos a personajes que se dedican a hacer lo que les viene en gana en la vida (principalmente en el terreno sexual) para luego decirnos que no, que por ahí no va bien y que lo que absolutamente todo el mundo necesita es encontrar a su media naranja, emparejarse y tener cuatro o cinco hijos y una casa en el campo para realizarse como individuo. Sólo desde este prisma se puede entender que se afronte el dibujo de un personaje como Giacomo Casanova, conquistador de múltiples damas a lo largo de su existencia, y que en apenas media hora ya lo tengamos prendado de la auténtica mujer de su vida, la que le obsesionará y hará que desista de sus escarceos amorosos.
Como siempre en estos casos, el libertinaje mostrado durante el arranque de la nueva cinta de Lasse Hallström sólo sirve, en definitiva, para decirnos que disfrutar a lo loco no esta bien y que aquel que quiera o pueda recorrer dicha senda a buen seguro recibirá su castigo. De juzgado de guardia.
Mensajes moralizantes aparte, una de las virtudes de Casanova es el adecuado tono que se ha logrado conferir a esta comedia de enredo, donde detalles irritantes que hundirían otros films aquí pasan más o menos desapercibidos. Digamos que la suspensión de la incredulidad funciona relativamente bien, salvo en la parte final, de mayor acción, donde se roza el absurdo y llegamos a temernos que se desmorone la frágil estructura construida en los minutos precedentes gracias a lo increíble de ciertas situaciones.
Mentar también lo notable de la tripleta de elementos secundarios que a veces hacen más soportable películas peores que esta: música, vestuario y decorados (no en vano el equipo pudo rodar en la propia Venecia, algo bastante difícil de conseguir al parecer) cumplen a la perfección, y lo mismo cabe decir de la mayoría de actores (aunque Heath Ledger quizá no acabe de encajar con el Casanova que la mayoría de nosotros tenemos en mente), pese a que los papeles que interpretan pequen de ser excesivamente planos.
Pero, volviendo a los aspectos negativos, decir que desde bien temprano sabemos cómo va a ir desarrollándose la historia y cómo va a terminar todo, y sólo unos cuantos chistes tienen la gracia necesaria como para arrancar una sonrisa a un espectador algo exigente, siendo preocupante el cupo de momentos sonrojantes (el enamoramiento súbito del personaje de Lena Olin, o la escena en que un inquisidor acusa a Casanova de escribir textos que defienden un rol más activo de la mujer en la sociedad; casi nada).
En conclusión, una comedia para la que sólo caben dos opiniones, según el ánimo que se tenga en el momento del visionado: o se te atraganta, o bien se soporta para olvidarla de aquí a unas semanas. Pobre balance para un director acostumbrado a alcanzar cotas mayores.