Algunos momentos tienen gracia. Uma Thurman está radiante. Escaso balance.
Álex de la Iglesia describe el teatro como ese lugar en el que cuatro tipos compiten a gritos por ver a quién se le escucha mejor desde la última fila. Es una manera jocosa de referirse al artificio dramático e interpretativo propio de las tablas, que si no se atempera en una adaptación cinematográfica puede dar lugar a tremendas jaquecas.
Es el principal, y grave, defecto de esta versión de Los Productores, comedia musical de gran éxito en Broadway desde hace cinco temporadas, que recrea a su vez el vodevil escrito y dirigido para el cine en 1968 por Mel Brooks con Zero Mostel y Gene Wilder como estrellas. Aquella farsa en torno a un promotor sin escrúpulos y un contable que aunaban fuerzas para producir deliberadamente un fiasco ya nació un tanto desfasada e histérica. Su paso a los escenarios, a cargo del propio Brooks y de Thomas Meehan en el libreto, y con Nathan Lane y Matthew Broderick en los papeles principales, abundaba en ello y añadía unos números musicales decididamente kitsch. Y el volcado al cine de la obra no actualiza lo cómico, ni contiene las interpretaciones de Lane y Broderick, ni sabe crear un espacio visual autónomo y vivo.
De hecho, la elección como realizadora de Susan Stroman, coreógrafa y directora de escena, deja clara la intención de no arriesgar. Nada más comenzar la película, el espectador se encuentra inmerso en un decorado filmado en planos frontales por el que los protagonistas aparecen y desaparecen, gimen y aúllan, en registros superficiales e incoherentes que hace imposible empatizar con ellos. Con la excepción de unas canciones ilustradas solo correctamente, el guión avanza a golpe de nuevos escenarios en los que se acumularán personajes aún más grotescos y forzados que los anteriores, siempre con la cámara como paradójica invitada de piedra en el tumulto.
Su desmesurado metraje, una interminable sucesión de falsos finales, y un humor apolillado que usa como recursos los calentones sexuales, la histeria y a los gays, convierten Los Productores en un espectáculo agotador en el peor de los sentidos. Cierto que algunos momentos tienen gracia. Y que Uma Thurman está radiante (aunque haya sido "doblada" en varias escenas). Es un balance más bien escaso para lo que pretende ser una comedia musical de altos vuelos.