No es necesario aguzar los sentidos ni ser un privilegiado adicto al cine para establecer comparaciones. Que la película de Zhang Yimou, acostumbrado a los dramas cotidianos, apunta directamente al Tigre y Dragón de Ang Lee -quien también practicó un cambio de género similar- supera lo evidente. Los bailes marciales ajenos a toda lógica física, rodeados de una poesía de escenario y música con tanto protagonismo como los heroicos danzarines, son en ambas cintas señas de identidad con distinto resultado. Conscientes aquí de la repercusión de aquella producción, hay una mayor profusión de detalle, una mayor minuciosidad en cada uno de los planos y en todo lo relativo al destacado papel de la naturaleza que rodea los enfrentamientos. Algo que roza lo excesivo y convierte a Hero en una experiencia sensorial algo irregular.
La cultura oriental, lo exótico y pintoresco de muchos de sus rasgos, se configuran en su vertiente de fantasía como piedra angular de esta leyenda para darnos discursos ampulosos y algo trastornados. Un cierto interés alternativo en todo lo que suene diferente, en acercarse a las tradiciones singulares para huir de lo prosaico de sociedades más avanzadas, parece abrigar discusiones pueriles sobre el guerrero sumo y la realización absoluta. Además de eso, la incoherencia sustancial del destino de sus protagonistas, y el ligero desconcierto a la hora de relatar por triplicado la misma historia para llegar a su esencia, acaban en una confusión con que dar excusa a nuevas peleas. Todos harán exhibición de personalidad estoica y de su capacidad de sacrificio, de sus virtudes nobles incomprensibles de admiración masoca y valentía extrema. Pero entre todo este repertorio de diálogos erráticos, de comparaciones disciplinarias más que curiosas (la caligrafía y el uso de la espada, por raro que resulte) se volverá a enfocar una y otra vez a lo mismo. Espadas afiladas cortando el aire, saltos interminables y golpes precisos precedidos de conversaciones de ánimo filosofal, enfocados a un trágico final.
Si una cinta de estas características cambiase los ojos rasgados por los de cine Made in Hollywood, las críticas vitriólicas hacia su cultura de rebozado y fritura serían ineludibles. Aquí, la excentricidad y su lirismo, entre la riqueza y el exceso, acaban por dejarla en mejor posición.