Dispuestos de nuevo a tomar hechos históricos como inspiración (y aprovecharse del interés que despiertan), en esta ocasión se aborda el conflicto con Cuba y la URSS en plena guerra fría, y las posibilidades que hubieron de que aquello acabará en conflicto bélico.
Esta es una de esas historias en que si cambiáramos a Kevin Costner por alguno de los componentes de la serie ochentera "La Ley de Los Angeles" (por ejemplo), tendríamos otro telefilm de sobremesa. Es cierto que hay varios aspectos que dan más categoría a la película, como algunas escenas bélicas muy logradas, una fotografía y tratamiento propio de las producciones de calidad,etc. pero el tema en si, esta intriga política con un fin conocido de antemano, tampoco necesita muchos más medios. Si a ello le añadimos que nos encontramos con un micrófono que entra por la parte de arriba de la pantalla hasta en 3 ocasiones, casi nos da para pensar que ya puestos habían podido ahorrarse un dinerillo y colocarla en el maltrecho horario que aprovechan aquellos que no tienen el gusto de dormir siesta.
El análisis de la situación tiene puntos bastante correctos. La caracterización de las fuerzas armadas como una fígura que vive por y para la guerra, compuesta por gente visceral que prescinde de elucubraciones diplomáticas, es del todo verosímil. Lo mismo cabe decir del análisis que se hace de las consecuencias políticas de cada actuación, por pequeña que sea, y que es la función del personaje interpretado por un Kevin Costner algo recuperado desde su naufragio en las aguas de Water World.
Igualmente esta película tendrá mucho más sentido en Estados Unidos, para aquellos que viéndola se sientan protagonistas, o gocen recreando los tiempos en que Kennedy y su señora residían en la casa blanca. Al resto del mundo, todo esto nos viene grande y hace que se nos haga un poco larga.