Ambientada en los años 40, "El secreto de Joe Gould" narra en clave dramática la extraña relación que se establece entre un periodista del New Yorker y un excéntrico bohemio que vaga por las calles haciéndose eco de haber escrito una obra donde se recoge la historia oral de la ciudad neoyorkina.
Tras este suceso real se esconde la mano de Stanley Tucci, sólido actor que ha afianzado su carrera con papeles secundarios (trabajó con Woody Allen en "Deconstructing Harry") que hace doblete en este film interpretando al columnista Joe Mitchell, y ejerciendo la labor de dirección en éste, su tercer largo. Dando réplica a Tucci que menos que el gran Ian Holm, actor de indudable versatilidad -entre sus films más conocidos figuran "Alien", "Carros de fuego" (donde obtuvo una nominación), "Brazil"de Terry Gilliam, y, como no, "El señor de los anillos" -que da vida a este curioso indigente con excesivas dosis de extravagancia y mala leche-.
Alejada de cualquier destello de originalidad, "El secreto de Joe Gould" relata a ritmo pausado la evolución de esta amistad que va diluyéndose conforme avanza el metraje, mostrando su vertiente más convencional,con momentos que divierten (la excentricidad se pasa de rosca) y momentos plúmbeos que hacen que se pierda como mínimo un poco de interés. El director demuestra un enorme cariño hacia los personajes, creando así un ambiente sincero lleno de camaradería, de ahí las breves intervenciones, casi testimoniales de Susan Sarandon, Steve martin y patricia Clarkson.
Es obvia la poca trascendencia de este producto destinado a conmover al espectador, pero no logra suscitar este sentimiento, por tanto se queda a medio camino con su poco gancho que, sin embargo, genera buenas interpretaciones a falta de un guión consistente. Algo decepcionados nos deja Tucci ante el relato de Joe Gould, tras sus anteriores trabajos, dos buenas muestras de buen cine en "Big night", codidigida por Campbell Scott, y en la genial "Impostors". Pero aquí la ausencia de un buen ritmo narrativo da al traste con las peripecias del disparatado vagabundo que aspira a comer caliente todos los días por el simple hecho de representar al escritor bohemio que se siente demasiado cansado para escribir una sola palabra. El resultado, una obra algo descompensada que se nos hace demasiado larga, suscitando con ello más inconvenientes que ventajas.