Un melodrama que asume tal condición sin rubor, y un emotivo homenaje al cine en pantalla grande
“En esta vida hay algo más que ver películas”, comenta una de las protagonistas de Memorias de China ante lo que considera excesos cinéfilos de su hija. Sin embargo, ella misma terminará por comprender a lo largo de los años que el cine es un refugio único contra las decepciones existenciales, y un modo especialmente afortunado de compartir sueños y deseos con quienes amamos. En los albores del siglo XXI, marcados por el discurso sobre la muerte del séptimo arte como acontecimiento colectivo, alegra toparse con una cinta tan convicente y emotiva en su defensa de la pantalla grande.
Y es que el cine oriental sigue batiendo en todos los terrenos al occidental. Cuando opta por la innovación y la polémica, y cuando se aplica a los géneros clásicos, como es el caso. Seguramente porque sigue tomándose en serio sus ficciones, sin abusar de la autocomplacencia, la ironía y los guiños, y porque sigue manteniendo cierta inocencia. Memorias de China es un melodrama asumido, llevado a sus últimas consecuencias, y sus apartados formales están destinados a subrayarlo sin rubor. Elabora en forma de flash-back un relato de desencuentros familiares a lo largo de las tres últimas décadas, abarcando por tanto diferentes periodos políticos en la historia china, y volcando sobre los personajes un alud de desgracias sobrellevadas gracias a su bondad y a la pasión de todos ellos por el cine.
De esta manera la directora Xiao Jiang, en su afortunado debut en el campo del largometraje, cumple su propósito declarado de centrarse en el drama intimista sin perder de vista al público, y de homenajear las películas que aliviaron su infancia: a lo largo del film puede disfrutarse de fragmentos de cintas tan populares en China como Ángel de la Calle (1937), Guerrillas Ferroviarias (1956) o El Callejón (1981), lo que supone un plus para el cinéfilo.
Sentimentalismo y reflexión sociohistórica se conjugan con acierto y permiten al espectador emocionarse y satisfacer su curiosidad sin apreciar demasiada manipulación por parte de los responsables del film. Mención especial para la banda sonora de Zhao Lin, y para las interpretaciones de Jiang Yihong y de Wang Zhengjia.