Pone de manifiesto la gran causa del empeoramiento del cine de acción: la decadencia de los realizadores que lo hicieron grande.
Hace cosa de unos meses se estrenaba “Hostage”, una cinta de acción protagonizada por Bruce Willis en que se recuperaba el estilo del género que a mediados de los 80 arrasaba en la taquilla, pero que una década después comenzó a perder lustre debido al abuso de formulas repetitivas -llevadas casi hasta la parodia- e influencias mal asimiladas del cine asiático y del mundo del videoclip. Con “16 Calles”, cuyo reparto encabeza el mismo actor, se pone de manifiesto la otra gran causa del citado empeoramiento: la decadencia de los realizadores que lo hicieron grande.
Richard Donner, quien fuera uno de los encargados de sentar cátedra con la dos primeras entregas de “Arma letal”, vuelve a trabajar aquí sobre elementos ya conocidos: las escenas de acción como plato fuerte, rodadas con brio y tensión sin por ello renunciar a una narración clara y bien construida, partiendo de un guión que procura dejar espacio a los personajes para desarrollarse más allá de las persecuciones, tiros y explosiones (salpicado con gotas de humor certero y elaborado), además de elementos claves como es el de la pareja de colegas de métodos y carácter opuestos a la vez que complementarios.
Sin embargo Donner parece ya no ser el mismo y –como ya demostró con “Arma letal 3 & 4”- pese a contar con idénticos ingredientes parece haberse olvidado de la fórmula para combinarlos. Por ello, a pesar de que las escenas de acción no adolecen de la miopía y montaje epiléptico que parecen caracterizar a este tipo de producciones actualmente, uno las encuentra faltas de garra, faltas de mordiente y con cierta sensación a déjà vu, –como la escena a bordo de un autobús, calcada de “Ruta Suicida”- en lugar de la inventiva y la fuerza que en la saga nombrada tenían secuencias como el enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre Mel Gibson y Gary Busey o Danny Glover descubriendo que una bomba se oculta en su retrete.
Por otro lado, aunque el realizador demuestra que sabe manejar resortes narrativos como el montaje o el uso de la música (gran trabajo el realizado por Klaus Badelt para mantener el ritmo de una película que transcurre prácticamente en tiempo real), no consigue hacer lo propio con la atención del espectador, que acaba por acusar cierta monotonía y falta de interés.
La causa, en lo que es su mayor problema, se encuentra en la pareja protagonista, o mejor dicho en su falta de química. Con el cúmulo de tópicos que suelen caracterizar estas combinaciones, es responsabilidad de los interpretes dotarles del carisma y personalidad necesarios para meterse al público en el bolsillo. Y pese a que Willis da el tipo como el policía alcoholizado, acabado y de vuelta de todo que busca redimirse haciendo lo correcto, su contrapunto en esta ocasión no está a la altura. Encarnado por el actor y cantante Mos Def, resulta de un soso terrible, acumulando chistes sin gracia y sin lograr un ápice del carisma y la chispa que junto a Willis sí tenían el Damon Wayans de “El último boy scout” o el Samuel L. Jackson de la tercera “Jungla de Cristal”. Al menos se agradece el detalle de no haber convertido su papel en el del enésimo clon de Eddie Murphy.
“16 Calles” es en resumen la constatación de que los tiempos han cambiado. Que el cine de acción americano aún tiene cosas que decir es un hecho –ahí están films como “Collateral”, la citada “Hostage” o la saga del agente Jason Bourne para demostrarlo- pero por desgracia para aquellos que crecimos en su época dorada, es cada vez más evidente aquella generación necesita un potente revulsivo o un cambio de aires. Quizás cuando James Cameron se decida a retomar la senda de la gran pantalla podamos hablar del triunfal regreso de la vieja escuela, pero hasta entonces habrá que contentarse con las sorpresas que nos deparen los nuevos realizadores y suspirar por unos tiempos que si no fueron mejores al menos lo parecen.