Película ajena a modas y concesiones cara a la galería, una exploración de tono adulto en torno a los sentimientos.
Algo más de una década ha tardado el director y guionista Robert Towne en concretar esta adaptación cinematográfica de la novela de John Fante “Ask the Dust” –cuyo título original ha sido visiblemente alterado en España por razones evidentes-. La razón de esta obsesión obedece sin duda a la cantidad de puntos en común que la obra del escritor tiene con las de su adaptador.
El retrato de conflictivas relaciones amor-odio entre personajes, los intentos de estos por encajar en una sociedad y unas convenciones que les parecen ajenas, la fascinación por los ambientes urbanos con sabor clásico, etc son elementos que pueden rastrearse a lo largo de la filmografía del cineasta tanto en su faceta como guionista (“Chinatown”) como en su corta pero estimulante labor como director (la reivindicable “Conexión Tequila”). Es por ello natural su atracción por la novela de Fante, segunda de las cuatro que dedicó al semibiográfico personaje de Arturo Bandini y sus bohemias vivencias en la era dorada de la ciudad de Los Ángeles.
Dada su devoción por el texto original, “Pregúntale al viento” es una película ajena a modas y concesiones cara a la galería, una exploración de tono adulto en torno a la relación y los sentimientos de ella derivados de sus dos personajes principales, el emocionalmente basto y vividor Arturo Bandini (Colin Farrel) y la pasional y de fuerte carácter Camilla (Salma Hayek), dos personajes destinados a encontrarse, chocar, unirse, separarse y volver a encontrarse en torno a los cuales Towne nos habla de temas como el amor, la superación personal o el racismo. Temas tratados, como hemos dicho, desde una perspectiva madura y buscando llegar bien hondo en el interior de los espectadores. Por desgracia la química necesaria en la pareja protagonista no llega a darse de manera eficaz, con lo que al publico en ocasiones le resulta difícil identificarse con los vaivenes emocionales entre ambos personajes y con el corazón de la historia. Dado que la participación de secundarios como Donald Sutherland se queda en mera anécdota, cargando todo el peso en su pareja protagonista, el argumento avanza con altibajos aunque Towne consigue mantener nuestra atención sobre el relato, transmitiéndonos su apasionamiento por la historia.
Donde si da en el clavo es sin duda en el aspecto visual, ya que recrea magníficamente la ambientación urbana de un Los Ángeles clásico, una época y lugar que parecen atraer a su realizador y que consigue sumergirnos en una atmósfera propia del cine negro –aunque no participe del género- con la misma fascinación que el cineasta puso en sus guiones sobre el detective J.J. Gittes.
En resumen “Pregúntale al viento” resulta en una visión sobre las relaciones personales y los sentimientos desde un punto de vista maduro, orquestado en torno al desarrollo de unos personajes, sus pasiones y contradicciones en torno a los cuales se desarrolla la historia y no al revés. Todo un bocado para aquellos que gusten de reflexionar sobre conceptos como el amor, la angustia y otras pulsiones vitales que, pese a no estar totalmente logrado, es de agradecer.