Esta Novia por contrato resulta insalvable porque la historia de amor principal es previsible a más no poder.
En un episodio de Sexo en Nueva York, el actor Matthew McCounaghey hacía una aparición especial interpretando a un odioso productor de Hollywood. Este, iba a encargarse de adaptar el libro donde la protagonista de la serie Carrie Bradshaw (encarnada por Sarah Jessica Parker) recopilaba varios artículos sobre sus vivencias sexuales en la Gran Manzana. En un par de breves pero efectivos encuentros con el productor Carrie recibía toda una lección práctica de lo que hace la meca del cine con cualquier historia normal: cogerla, cambiar el enfoque, trocear, mezclar y triturarla hasta que queda bien poco de reconocible en la misma. Y puede que incluso con un poco de suerte el protagonista de la película siga siendo del género elegido por el escritor, quién sabe (no era aquel el caso).
Pues bien, resulta paradójico que sean precisamente los dos actores nombrados arriba los que se encarguen de poner cara a los personajes estrella de una nueva comedia hollywoodiense que coge lo que de bonito tiene el amor entre un hombre y una mujer y lo pervierte hasta límites ridículos. En este caso el chico es Tripp, un treintañero que no se va de casa de sus padres ni a tiros, y el personaje de Sarah Jessica Parker aparece para intentar lograr el milagro ansiado: que Tripp abandone el nido.
Ante todo decir que es imposible imaginarse a Matthew McCounaghey como el friki que nos quieren pintar, entregado a pasiones como la videoconsola o el béisbol. No con la pinta de “pijales en Benidorm” que luce durante toda la película, desde luego (el colmo del mal gusto son las escenas en el barco de vela). En ese sentido basta con compararlo con Chris Elliott, protagonista de la serie televisiva Búscate la vida, que sí daba el tipo de bicho raro con dificultades para relacionarse con su entorno, y al que sus padres también querían echar de casa como fuera.
Esta Novia por contrato resulta insalvable porque la historia de amor principal, la que ocupa la mayor parte del metraje y teóricamente debería atraer la atención del espectador, es previsible a más no poder, no vale nada y encima provoca náuseas según en qué momento. Otra cosa son los amigos de los protagonistas, que sin duda proporcionan los momentos más divertidos al huir de los estereotipos rancios: el masaje cardiaco que dos de ellos le hacen a un pájaro se lleva la palma, pudiendo pasar por una escena perdida de la saga de Austin Powers. Lástima que no tengan más importancia en la trama.
Total, que estamos ante la enésima comedia tonta americana para espectadores con poquísimas exigencias o que no vayan al cine más que un par de veces al año. Quien espere ver algo mínimamente novedoso o divertido ya puede huir.