Se agradece la tensión que se crea en la historia conforme pasan las horas, según se va viendo que la situación no se resolverá fácilmente.
Cojamos a dos grandes actores como Samuel L. Jackson y Julianne Moore y pongámoslos a hacer lo que mejor saben: el primero a interpretar a un duro inspector de policía curtido en mil casos y la segunda a bordar el papel de madre neurótica y obsesiva. Ponemos a ambos a las órdenes de Joe Roth, director irregular (en su haber están La pareja del año y Una Navidad de locos), para dar vida a un guión de Richard Price que adapta una novela escrita por él mismo, y así damos con El color del crimen, un thriller pasable que cuenta con detalles propios del género negro y que tampoco hace ascos a teorizar sobre la discriminación racial de la población negra estadounidense de las grandes ciudades.
Ante todo decir que Price se mueve como pez en el agua en los ambientes de los bajos fondos y los barrios marginales (no en vano tiene en su haber los guiones de El color del dinero, Rescate (Ransom), Melodía de seducción, La chica del gángster, Clockers (Camellos), La noche y la ciudad, El sabor de la muerte y la reciente versión de Shaft), y que al convertir en guión cinematográfico su novela al menos nos aseguramos cierto respeto por la obra original y una siempre deseable consistencia argumental, qué duda cabe. Pero en algún momento tenemos que hacernos la pregunta del millón: ¿vale la pena pagar por ver esta película? La respuesta no es sencilla.
El color del crimen narra la investigación que la policía lleva a cabo tras producirse un asalto a una mujer y el posterior robo de su coche con su hijo de cuatro años dentro, ambos hechos cometidos por un delincuente de raza negra de un vecindario de New Jersey. Los sucesos trascenderán bastante y afectarán a todo el barrio, urgiendo resolverlo todo cuanto antes porque la tensión interracial amenaza con estallar violentamente. Hay valiosos apuntes sobre discriminación, pero quizá se demoniza demasiado a los personajes blancos que van apareciendo como para que la cosa resulte creíble.
A pesar de que en líneas generales lo que hay en pantalla entretiene, la trama va desarrollándose a trompicones, apareciendo de vez en cuando escenas redundantes llenas de diálogos banales que no hacen sino alargar la duración de la cinta hasta unas excesivas dos horas que no le hacen ningún favor al resultado final (recortando nos libraríamos de media hora de padecimiento en la butaca para el espectador). Se agradece, eso sí, la tensión que se crea conforme discurre el tiempo, según se va viendo que la situación no se resolverá fácilmente. Por desgracia, la resolución deja bastante despago y nos hace preguntarnos si para este viaje hacían falta tantas alforjas. Una lástima, porque con el telón de fondo creado se podía haber hecho algo mejor.