La mayoría de nosotros pierde a lo largo de su juventud lo mejor de sí mismo. Nuestras ilusiones creativas, nuestro carácter, se difuminan según vamos cediendo a las trampas que nos tienden la familia, el entorno, el amor. Hay, sin embargo, un momento de lucidez en el paso a la madurez que nos obliga a detenernos y pensar: “¿Qué hay de todo lo que soñé? ¿Es posible recuperar aquello que pudo ser?” Es nuestra última oportunidad.
En esta encrucijada se halla Tom (Romain Duris), el protagonista de De latir, mi corazón se ha parado. Con casi treinta años, un encuentro casual le da la oportunidad de retomar los estudios de piano que abandonó tras la muerte de su madre. Pero la vida que lleva como extorsionador al servicio de agencias inmobiliarias, profesión que ha heredado de su padre (Niels Arestrup), le ha convertido en un ser brutal y alienado.
Jacques Audiard, guionista y director francés que ha rodado tan solo tres largometrajes en diez años, aborda ahora un remake de la producción estadounidense Melodía para un asesinato (James Toback, 1978). El resultado es brillante. Respetando básicamente la historia original, Audiard la aprovecha para trazar un retrato individual demoledor y tierno a la vez, como ya hizo en Un héroe muy discreto (1996) y Lee mis labios (2001), a través de una cámara en mano y una iluminación realista que sirven al propósito de marcar tipos y ambientes de cerca, para que el espectador se vea inmerso en una ficción que tiene tanto de thriller como de drama.
A pesar de estas elecciones formales, y del lamentable panorama que el autor ofrece de la sociedad francesa, no nos encontramos ante el típico sermón pseudonaturalista propio por ejemplo de los hermanos Dardenne. Audiard no subraya nada, deja que las imágenes hablen por sí mismas, y además está verdaderamente interesado en sus personajes, no los emplea como excusa para adoctrinar a la parroquia. El efecto es mucho más atractivo, al obligar al espectador a confrontar las miserias y contradicciones de personalidades complejas, y a dar su opinión al respecto.
De latir… combina lo mejor del cine norteamericano, su capacidad para bucear en la aventura individual, y del europeo, más interesado en los aspectos realistas y sociales.