El reto de plasmar la novela de Angel Vázquez en imágenes era una tarea complicada, por lo que no es de extrañar que el resultado se haya saldado con poca fortuna.
De padre gibraltareño (inglés de segunda clase, como se llaman a sí mismos en la película) y madre andaluza, Juanita Narboni (Mariola Fuentes) lleva una vida inhóspita. Alejada de cualquier atisbo de felicidad, únicamente se mueve por el rencor y los celos hacia su hermana Helena (Lou Doillon) instruida en el Lycee, educación diametralmente opuesta a la recibida por la pobre Juanita que se queda en casa, tal y como dice la sabiduría popular, para vestir santos.
El reto de plasmar la novela de Angel Vázquez en imágenes era una tarea complicada -ésta es la segunda adaptación que se lleva a cabo de la obra- por lo que no es de extrañar que el resultado se haya saldado con poca fortuna. En ningún caso este naufragio tiene que ver con el esfuerzo realizado por parte de Mariola Fuentes, con un trabajo soberbio sobre el que descansa todo el peso de la producción. Toda la historia se orquesta entorno a la figura de Juanita Narboni, motivo por el cual quizá la película no acaba de alzar el vuelo dado que al espectador se le impide tomarse un descanso del omnipresente personaje a una voz en off pegado.
El resto del reparto pulula con más pena que gloria, quedando a un lado para que no hagan demasiado ruido, en unos papeles reservados como simple valor testimonial (ni siquiera Hamruch, fiel criada de Juanita logra una mínima carga de profundidad).
Conforme avanza la narración, el interés creado al comienzo de la proyección acaba apagándose como la propia vida de Juanita, reflejo a su vez de la ciudad de Tánger que acaba sumida en el más triste de los olvidos. Su directora Farida Benlyazid no ha estado del todo certera a la hora de enfocar los cambios producidos en Tánger, desde su pasado glorioso donde convivían diferentes culturas y religiones hasta la llegada de la Guerra Civil.
En su aspecto formal, La vida perra de Juanita Narboni resulta un tanto empobrecida y carente de fuerza, lo que provoca que el desinterés se adueñe poco a poco de la cinta. Aunque se adorne con ciertos toques de humor, esta producción hispano-marroquí no logra despojarse de su efecto ralentizador, dejándonos con ello un poso que se nos antoja frío en ocasiones. Al margen de sus defectos, la interpretación de Mariola Fuentes bien merece la oportunidad de disfrutar con una de las mejores actrices que tenemos en este país.