Repleta de personajes y sentimientos es capaz de emocionar sin caer nunca en la cursilería.
El cine policiaco y más en concreto su versión gangsteril, ha sido siempre visionado a través del prisma de las conexiones de sus protagonistas y su ambientación con una determinada cultura y/o etnia. Acostumbrados estamos ya a los grandes frescos mafiosos con origen europeo de Scorsese, Coppola y compañía, a las radiografías de los problemas de las pandillas afroamericanas y el ghetto y a la violencia asiática de las películas sobre las tríadas y la yakuza. Pero pese a que el crimen de origen latino ya ha sido retratado por Hollywood no es tan habitual ver historias de este último enmarcadas íntegramente en sus países de origen y narradas por cineastas autóctonos. “Rosario Tijeras” resulta ser una película atípica, no ya por pertenecer a esta modalidad, sino por el modo de acercarse a ella.
Candidata en los últimos Goya como mejor película extranjera, el film de Emilio Maillé es ante todo una historia de amor en torno al personaje que da título a la película y que interpreta la colombiana Flora Martínez, una atractiva joven cuya sensualidad y atractivo esconden una vida torturada y marcada por la violencia de su oficio como sicaria en el Medellín de finales de los 80. En sus redes caerá una pareja de chicos acomodados, ignorantes de su doble vida y que se convertirán para la protagonista en su vía de escape, en su esperanza de llevar una vida normal.
Los vaivenes emocionales de este triángulo amoroso, especialmente el vértice que conforman la protagonista y Antonio (un magnifico Unax Ugalde), se convierten en el motor del film sin dejar de lado las convencionales escenas de violencia armada y de trapicheos criminales pero usando a estas más como trasfondo que como motivación última de la película.
Aunque inicialmente el espectador tendrá el impulso de comparar esta cinta con la exitosa “Ciudad de Dios”, lo cierto es que trazar un parecido entre ambas resulta un ejercicio bastante espurio y en ocasiones incluso contradictorio. Mientras que el film de Fernando Meirelles basaba su fuerza en la descripción de los métodos criminales y un impactante uso del montaje y otros recursos visuales, la cinta de Maillé hace gala de una puesta en escena mas sobria y prefiere poner la carne en el asador en lo referido al devenir interior de sus personajes, de tal forma que la historia podría funcionar perfectamente si se le quitasen todos los elementos gangsteriles.
El problema es que “Rosario Tijeras” esta plagada de saltos temporales al igual que lo estaba Ciudad de Dios pero, a diferencia de lo sucedido con aquella, estos parecen colocados a capón, sin que quede claro en ocasiones su porqué o su punto de vista, provocando por tramos la confusión respecto al relato.
Aparte de la labor de sus dos interpretes principales otro de los aspectos mas destacables es la visión que ofrece del Medellín más callejero. Y es que sin rehuir en ningún momento la violencia o la miseria logra hacernos ver lo exótico, estimulante e incluso espiritual en una combinación tan contradictoria como atractiva y que en cierta forma resulta ser una alegoría bastante acertada de su protagonista.
También conviene prestar atención a la otra aportación española, el compositor Roque Baños con su labor sabe como reforzar el contenido de las imágenes en cada momento.
“Rosario Tijeras” es pues una trágica historia en la que la pasión se da las manos con la venganza, el amor choca con la violencia y la promesa de una vida mejor se da de bruces con la dura realidad. Repleta de personajes y sentimientos es capaz de emocionar sin caer nunca en la cursilería.