Llega a la cartelera Cuando llama un extraño, remake de una película de terror de los 70, y se hace uno ilusiones de que va a poder permitirse sentarse en la butaca con el cerebro desconectado durante hora y media para luego retomar su vida, echando pestes de lo visto pero al menos habiendo pasado un rato medianamente entretenido donde la combinación de acné y hemoglobina salpique la pantalla cada pocos minutos.
El currículum de su director, Simon West, no es para menos: Tomb Raider y Con Air son sus dos mayores hitos hasta la fecha, así que el listón no estaba demasiado alto. Por desgracia, las expectativas que teníamos de encontrarnos con un producto desechable pero con un mínimo de dignidad se van desvaneciendo a marchas forzadas desde el arranque de la cinta.
La historia es la de Jill, estudiante de bachillerato y canguro por una noche. Durante su estancia en una casa de lujo, donde hay dos niños cuyo sueño debe velar, la joven se verá acosada telefónicamente por un extraño que parece estar observándola. Lo que no sabe Jill es que en vez del típico pesado de turno esta vez podría encontrarse ante todo un asesino en serie en busca de su siguiente víctima.
Durante la aburridísima media hora inicial (incluso se nos niega presenciar el primer asesinato, que se va gestando durante los títulos de crédito) se da uno cuenta de que no estamos ante un guión que rebose de ideas, viendo cómo los encargados de la película van rellenando metraje como buenamente pueden. A partir de ese momento aumenta algo la supuesta tensión, pero los responsables de esta Cuando llama un extraño son incapaces de provocar inquietud en el espectador, y tampoco huyen de los tópicos más manidos (ese gato que aparece tras un subidón de la música, cuando crees que va a salir el asesino). La terrible música, digna de Cuarto Milenio, no ayuda mucho.
Con tanto despropósito (el colmo de los cuales es el supuestamente temible asesino) resulta imposible desconectar el cerebro como uno pretendía en un principio, y te sientes como el chaval que trabajaba en el videoclub en Scream, aquel experto en cine de terror que se encargaba de denunciar los errores de sus cintas. Durante el visionado, y también después del mismo, a poco que reflexiones surgen demasiados porqués y decisiones absurdas en el guión que acaban por echar a perder una producción sin valor alguno.
¿Cómo se podía haber conseguido un resultado final más digno? Tomen nota para la próxima vez: más secundarios, más sangre, más sustos... Así al menos estaríamos ante un producto risible pero más recordable, en la onda de sagas como la mentada Scream o Destino final. En el lado opuesto, basta recordar que cualquier episodio de la televisiva Alfred Hitchcock presenta sabía comprimir en media hora escasa toda la tensión que no posee ni por asomo esta odiosa película. A olvidar cuanto antes.