Difícil hablar de En la tiniebla, segunda película como director de Craig Rosenberg (tras Hotel de Love, en el ya lejano 1996), sin destripar parte de la trama urdida por el autor australiano, firmante también en su día del guión de El gran golpe. La dificultad estriba en que ya a los pocos minutos una tragedia inesperada sacude la vida de la protagonista, Rachel Carlson, escritora de éxito, y que esa tragedia marcará el devenir de la historia. Así pues, intentemos no dar demasiadas pistas al respecto, por si alguien llegara a la sala sin saber nada de lo que va a ver.
Baste decir que ocho meses después Rachel buscará en la soledad de una cabaña junto al mar la ocasión de dejar atrás sus fantasmas personales y de terminar una novela que tiene a mitad. Es ahí donde encontramos parecidos con la novela Un saco de huesos de Stephen King (autor al que no en vano se nombra al principio de esta película), y quien recuerde qué pasaba con los imanes de la nevera en dicho relato no se verá sorprendido aquí. Eso sí, en este caso la protagonista es femenina y la encarna una correcta Demi Moore, que llevaba desde la segunda parte de Los ángeles de Charlie (2003) sin dar señales de vida cinematográfica.
Durante su estancia en los bellos parajes escoceses (sin duda lo mejor de la película) la escritora entrará en contacto con algunos lugareños, y poco a poco alguna presencia fantasmal irá dejando una huella imposible de obviar. El guión se va complicando cada pocos minutos con algún nuevo giro que nos hace replantearnos la situación y el espectador empieza a desconfiar de todo y de todos, acostumbrados a los thrillers sobrenaturales que ha facturado en los últimos años M. Night Shyamalan. Piensas si tal o cual personaje está muerto, si todo es un sueño, si... Muchas posibilidades que te mantienen medianamente interesado en lo que está sucediendo, pero por desgracia la desmedida duración de la cinta (casi dos horas) juega en su contra. Achaquémoslo a que el director ha querido también reproducir (con éxito) el ritmo terriblemente moroso marca de la casa del creador de El sexto sentido.
Por destacar alguna virtud más, decir que los flashbacks que salpican la primer mitad de la película están bastante bien empleados y la hacen más amena. En el lado opuesto, los momentos románticos están demasiado almibarados y provocan dentera, y el faro hecho por ordenador es sencillamente patético. Y hablando del faro, se supone que es de difícil acceso, pero al final acaba pasándose por allí todo el mundo. Para eso lo podían haber puesto en el centro de la plaza del pueblo.
Para acabar de rematarlo todo, cuando finalmente se nos desvela qué está sucediendo, el espectador se da cuenta de algunas trampas del guión que no deberían ser toleradas y que no le hacen ningún bien a una historia que hasta el momento había avanzado sin estridencias y logrando un aprobado justo. Resumiendo: demasiado larga, demasiado lenta, demasiado tramposa... Visible si no esperas encontrar una maravilla.