Lo malo de las películas diseñadas para ser disfrutadas por un segmento específico de la población es que en la mayoría de los casos sólo vas a conseguir que esa parte del público la disfrute algo, haciendo pasar a los demás por un auténtico calvario. En el caso de Devuélveme mi suerte supongo que sólo las adolescentes de entre diez y catorce años saldrán del cine hablando maravillas de la cinta del director Donald Petrie, que tras joyas de la talla de Cómo perder a un chico en 10 días o Miss Agente Especial no despertaba ninguna esperanza en quien esto suscribe.
Por un lado tenemos a Lindsay Lohan, la adolescente favorita de las niñas estadounidenses (en aquel país los políticos estarán mal de la cabeza, pero las siguientes generaciones ya apuntan maneras), quien da vida a Ashley, la joven con más suerte del mundo. Por otro lado está Jake (Chris Pine), un chico con un gafe encima de mucho cuidado. Tras tirarnos un buen rato presenciando muestras de la buena estrella de Ashley y de la mala pata de Jake se llega a un punto en que ambos intercambiarán su suerte (no desvelo nada, el título es claro como el agua) y se dará la vuelta a la tortilla, sólo para que todo vuelva a la normalidad más adelante, como cualquiera con dos dedos de frente puede imaginar.
Hay tantas cosas que se atragantan al espectador que podría rellenar varios folios, pero resumamos: Lindsay Lohan es una actriz bastante insulsa a la que este papel le viene demasiado grande (ya veremos qué tal lo hace en la próxima de Robert Altman), y el guión no para de recalcarnos lo genial que es la chica que interpreta, aunque está claro que es una descerebrada de cuidado. Además, su tez anaranjada da cierto repelús.
Otra cosa que tira para atrás son las apariciones del grupo de pop-rock para adolescentes McFly, de tanta importancia en la trama que no puedes evitar pensar cuántos millones habrá pagado su discográfica para que tengamos que aguantar sus gruñidos y sus guitarreos, sólo aptos para aquellos aquejados de acné. Eso sí, la salida al escenario de su batería quizá sea la única escena salvable de la película.
Por último, recordarles a los guionistas que una cosa es tener mala suerte y otra bien distinta ser un estúpido integral, ya que la protagonista está constantemente saltando esa frontera y provocando vergüenza ajena en el espectador. Un ejemplo: “Vaya, mientras me secaba el pelo se me ha enganchado en el secador. En vez de desenchufarlo voy a moverme como una desesperada, a ver si de paso rompo el espejo... No, mejor tiro el secador a la bañera sin desenchufarlo y luego abro el grifo justo encima de él, a ver si así provoco un cortocircuito y dejo sin electricidad a toda la manzana.” ¿Increíble? Pues así toda la película. A huir.