Parecía de capa caída, olvidado en las profundidades del mismo mar en cuya superficie se habían desarrollado cientos de aventuras entre intrépidos navegantes y desalmados piratas. Los golpes secos de cañón, el salitre que impregnaba cada fotograma, aquellos viejos héroes de camisas holgadas a los que guíaba el viento, una mujer y doblones de oro, quedaban en un viejo recuerdo protagonizado por figuras de la talla de Errol Flynn, ahogados entre océanos.
Pero parece que estos regresos, por uno u otro motivo, vienen de golpe y la unión de pocos de ellos a veces genera un descompensado regreso masivo. De momento, las aventuras de la maldición del Caribe, con un extravagante Johnny Depp, dieron una amable historia de fantasmas corsarios que servía para añorar algo de aquellos tiempos. Y poco después la promoción del siguiente trabajo de Peter Weir, anunciaba que la veda estaba abierta. Este, llevaba mucho tiempo sin ponerse tras la cámara, como viene siendo costumbre desde que llegaron los 90 cuando comenzó a trabajar en periodos no inferiores a cuatro años. Desde "El Show de Truman", en que podría haber consolidado la carrera de actor de Jim Carrey -cosa que había hecho anteriormente con Harrison Ford (Único Testigo) o Mel Gibson (El año que vivimos peligrosamente)- no se sabía nada del autor de El Club de los Poetas Muertos, posiblemente porque nada le había interesado lo suficiente para embarcarse -nunca mejor dicho- en una nueva aventura.
Pero todo dispuesto para una nueva ocasión para su cine y el del abordaje de navíos, se lanzó de la mano de Russel Crowe a una visión personal de la vida en alta mar, de los enfrentamientos de guerras Napoleónicas -con alguna que otra licencia histórica- para permitir introducirnos en su tripulación a sufrir con ellos las inconveniencias de la profesión. Con un patriotismo moderado -además inglés, el que viste mal estos días es el yanqui-, superstición, arrogancia, algo de humanidad y muchas miradas curtidas, define a un elenco de personajes que se enfrentan a un barco de mayores proporciones y fuerza, obligando a una batalla de estrategia. Contra lo propuesto en el trailer, posiblemente buscando acercamiento de masas, se hace limitando la banda sonora, dando un tono solemne y austero con el permanente fragor del mar como fuerza que todo lo rodea, y crujidos de madera a golpe de ola, entre los que se cuelan ocasionales estruendos de batalla. Todo rodado sin excesos, con un tono apaciguado salvo por enfrentamientos, crudas operaciones quirúrgicas ante heridas permanentes, y alguna que otra discusión por el difícil rumbo de la misión. Si bien no se busca épica premeditadamente, ésta acaba saliendo, síntoma de buen cine que a algunos parecerá menor por mayor afición a la acción fácil.