Subproducto cuya nula calidad cuestiona el sentido de sus repelentes escenas de vejaciones y torturas
Obras como Hostel, Audition, Hard Candy, Funny Games, Saw o Ichi the Killer nos van acostumbrando a ver la tortura no ya como un elemento dramático habitual en la pantalla, sino como el único leit motiv de ciertas películas. No somos ni psiquiatras ni sociólogos, por lo que eludiremos explicar el porqué de esta moda. Lo único que podemos asegurar como críticos es que un cineasta necesita demostrar un talento considerable para eludir la acusación de morboso que merecería por convertir el sadismo en el motor de sus ficciones.
Al parecer el guionista y director Martín Garrido Barón es conocido en ciertos círculos artísticos por su precoz maestría en el uso del pincel –aunque esperamos que no sean suyos los dos bodrios pictóricos que se enseñan con insistencia en H6-; y por varias realizaciones cinematográficas elaboradas prácticamente en familia. De manera que Diario de un Asesino constituye su ambicioso debut en el cine comercial: una producción de Kanzaman presupuestada en 600.000 euros, rodada durante cinco semanas en Madrid, y protagonizada por Fernando Acaso (actor de doblaje y presentador televisivo), Xénia Reguant (también procedente de la televisión) y Raquel Arenas (actriz teatral).
Escribimos ambicioso a propósito de Garrido Barón porque, con apenas 24 años, se atreve con un tema peliagudo, las andanzas muy explícitas de un asesino en serie, que se afrontan además desde el punto de vista de la mente enferma: Antonio Frau (Acaso) ha cumplido una larga condena por asesinar cuando era adolescente a su novia. En ese tiempo, ha heredado de su tía un sórdido inmueble que servía como pensión, y en el que se instala una vez salido de la cárcel. Frau comienza a escribir un diario en el que relata cómo lamenta haber cometido su primer crimen de manera desorganizada, y su intención de emprender una carrera metódica de ángel exterminador y purificador de la especie humana.
Existen numerosos precedentes de este tipo de personaje, y Garrido se los conoce todos: Landrú es citado de manera expresa. La voz en off y la puesta en escena de las torturas y descuartizamientos en la pensión recuerdan a Patrick Bateman (American Psycho). Los gustos culinarios de Frau remiten ineludiblemente a Hannibal Lecter. El contraste entre las actividades del criminal y la inanidad de las existencias normales –el psicópata está casado con una enfermera que desconoce sus monstruosidades- fue tratado con mucha más inteligencia en Las Horas del Día... el primer problema, precisamente, de H6, es la pobre descripción característica de su protagonista, cuyas motivaciones son tan cutres como incoherentes, y responden más a los tópicos y a la copia que a un trabajo serio de escritura.
Esta debilidad del guión afecta también a su reiterativo, mínimo desarrollo, que se solaza en dos larguísimas escenas de crueldad contra mujeres de tono innegablemente misógino; en una subtrama relacionada con la mujer de Frau que cae en el ridículo más absoluto; y que desemboca en un tercer acto de corte policial que delata la tremenda pobreza de medios de la película, a pesar del trabajo de dirección artística y fotografía. Y como las interpretaciones apenas sobrepasan un nivel amateur, el resultado es un disparate tan tedioso como oportunista, otro más de esos subproductos españoles que nadie sabe por qué se han financiado, y que dudamos dure en cartel más de una semana.
Estamos hablando por tanto de una pésima película, y es aquí donde se torna pertinente la consideración que hacíamos al principio: una comedia floja nos enfada. Un mal drama nos hace reír. Pero un film lleno de mutilaciones y vejaciones contra seres humanos que no ofrece ni una sola excusa artística visible resulta un trago muy duro de soportar; hasta el punto de que H6 hizo pensar en abandonar la proyección a este crítico en más de una ocasión. A menudo quienes se dedican al arte parecen olvidar que existe una responsabilidad en lo que hacen. No moral, ni de autocensura. Sino la resultante de medir frente al espejo las fuerzas del propio talento antes de atreverse con determinados temas. Y al señor Martín Garrido no le sobran.
Señalar para ser justos que con motivo de la exhibición de la película en la última edición de la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, el autor se ventiló a gusto contra sus productores, que según él han alterado el sentido de la obra al cortar 40 minutos de metraje. “Actúan según se levantan”, decía Garrido, “dependiendo de si están borrachos o si les ha ido mal con la parienta”. Claro que parece no darse cuenta de que con sus palabras también deja en evidencia el criterio que ha permitido su execrable labor...