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¡Cuidado con ellas! - especial de cine
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¡Cuidado con ellas!

Un artículo de Pablo Vázquez || 25 / 7 / 2006

Perras callejeras (1985)



Valerie Solanas, la mujer que disparó a Andy Warhol, retrataba al hombre como un ser egoísta y despreciable, enamorado de sí mismo, capaz de nadar por un río lleno de mocos (sic, extraído de “Scum”) si a su término le esperaba el coño de una mujer. A este grupo de marginadas, en esta ocasión, no les interesa tanto el exterminio del hombre, sino la pasta contante y sonante, aunque por el camino dejen seco a más de uno. Título menor de José Antonio de la Loma, al que no le habría venido mal un poco más de explicitud y desenfreno, del que nos quedamos con la interpretación de la malograda Sonia Martínez y con ese policía cinéfilo fanático de… ¡Carlos Pumares!

La condena (1991)



Los cinéfilos serios habrán de perdonar al reputado Marco Bellocchio el tener en su haber un par de títulos marcadamente oportunistas y lascivamente procaces, como éste y “El diablo en el cuerpo”, que se cuentan, en mi opinión, entre lo más interesante de su dilatada obra. Aquí nos encontramos con una suerte de ambigua apología de la violación como fantasía sexual, donde las mujeres se niegan conscientemente a jugar el papel de víctimas al uso, que a buen seguro habría crispado los nervios de feministas serias del tipo de Naomi Wolf. La película, imperfecta pero de innegable carácter revulsivo, recuerda en algunos aspectos a la magnífica e igualmente controvertida “Escándalo en las aulas”, de Peter Glenville.

Fóllame (Baise moi, 2000)



¡Cuidado con ellas!

El feminismo es, en esencia, pornográfico. Una rebelión contra el orden establecido con la rabia y la rudeza de un sándwich de cuerpos. La integración, como es obvio, le es completamente ajena y sus propósitos colaboran en destruir, como en el caso de los gays o los negros, el potencial antisistema de sus miembros, socialmente marginados, victimizando a sus componentes y encaminándolos en bloque hacia una normalidad que muchos no están dispuestos a abrazar. Virginia Despentes, una muy interesante novelista (suyas son “Perras sabias”, la irregular “Lo bueno de verdad” y la obra que da título a la película, su pico artístico hasta el momento), con la ayuda cómplice de la realizadora hardcore Coralie, supo dar a entender estas cosas en el momento más inoportuno, generando, como es lógico la inevitable barahúnda de blasfemias y airadas protestas. El público y la mayoría de la crítica se quedó en lo anecdótico (el sexo explícito de alguna de sus escenas), cuando en realidad el fondo era bastante más descarnado y brutal que la forma: a su manera, un film tan singular y revolucionario como “Irreversible”, que pasará a la historia como una envenenada y molesta pústula en el cine hecho por mujeres.

¡Cuidado con ellas!



Kill Bill (vol. I y II) (2003, 2004)


El estandarte de la posmodernidad, Quentin Tarantino, mete en su batidora multirreferencial los clásicos de Pam Grier y Jack Hill, las películas de la AIP, “I spit on your grave”, el manga, a Sonny Chiba y a Jean-Luc Godard, entre otros, y consigue que su criatura no sólo corra y de qué manera, sino que supere en fuerza y arrojo a casi todo lo anterior. Su Anna Karina particular se llama Uma Thurman y viene dispuesta a vengarse, lo que nos conduce a una desquiciada montaña rusa del exceso que reinventa y deconstruye a cada segundo. La película no sólo es un emocionado canto a ella, sino a la figura de la mujer guerrera en general. En el reino de la cinefagia no existe el sexo seguro, ni falta que hace, y las catanas permanecen siempre bien afiladas.

Hard Candy (2006)



Desaparecidos las sesiones ultratrashy de la calle 42, los drive-ins, las salas de arte y ensayo, las sesiones continuas, los videoclubs de dos plantas, la serie B y todo lo que la circundaba, el cine independiente, ese que va a Sundance y gana premios, llega aquí y le ponen cuatro estrellitas en las revistas, parece dispuesto a reciclar sus argumentos con ánimo de provocar sin ofender, o lo que es lo mismo, hacer ruido sin hacer sangre. “Hard candy” tiene un atinado comienzo, que plantea muchos interrogantes de forma cuanto menos hábil, una primera parte tensa y medianamente malsana apoyada en unas interpretaciones sobresalientes, y un desenlace que, paulatinamente, lo banaliza todo. Al final, tenemos la impresión de haber visto de nuevo una producción barata de videoclub, medianamente divertida, con moraleja graciosa y vergonzante, pero disfrazada con las pieles del glamour festivalero. Las virtudes y carencias del cine de autor de hoy: es eficaz, es inteligente, pero es falso, y encima a veces parece creerse su engaño, lo que es peor.

Como conclusión, dejémonos de tonterías y citemos a Santa Camille Paglia: El femenino es el sexo fuerte, antes, ahora y siempre; el sexo y la muerte, Eros y Tanatos, viven un romance continuo, un intercambio permanente de fluidos, ante el que nosotros, pobres mortales, no podemos decir ni mu. El sexo es sucio, violento, peligroso; al menos en la mayoría de sus vertientes. Pero precisamente eso es lo que tiene de divertido, de poderoso e inquietante. Y, en último término, el cine hace de espejo, si acaso algo distorsionado, en este caso, por la fuerza de nuestras fantasías menos confesables.



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