Sólo dos tipos de personas pueden ver Aquamarine y disfrutar con ella, a saber: chiquillas preadolescentes por un lado, y por el otro gente con el cerebro tan licuado por el calor que estamos padeciendo recientemente que les dé igual lo que les proyecten en una sala de cine.
Dicho esto pasemos a descuartizar este producto típicamente yanqui y veraniego, debut a la dirección de Elizabeth Allen adaptando una nueva novela de Alice Hoffman (tras Prácticamente magia).
Tenemos a dos jóvenes amigas que viven en una población costera y que andan coladitas por el socorrista de la playa más cercana, el típico niño musculitos y poco despierto de producciones al uso. Por desgracia una de las chicas va a mudarse con su madre a Australia, así que la amistad de las dos niñas corre peligro. Ahora bien, una noche de tormenta aparece en una piscina del complejo donde ambas residen una sirena hipermegaenrollada que viene huyendo de una boda pactada, y la cual dispondrá de tres días para conseguir enamorar al socorrista mazas con la ayuda de las otras dos protagonistas, convenciendo de paso a su padre, un dios marino o algo así, de que el amor verdadero existe. A cambio la sirena les concederá un deseo: que la mudanza a Australia (y por tanto su inminente separación) no tenga que producirse. Y todas contentas.
No se trata sólo de que lo narrado suene absurdo a priori, sino que su traslación a la pantalla grande ofrece una sucesión de momentos irrisorios que sólo pueden provocar la desesperación en cualquier espectador que no coincida con los dos tipos arriba mencionados. En la media hora inicial se nos dan razones más que sobradas para abandonar a escape la sala de cine: los chirriantes grititos de las protagonistas, el arquetípico dibujo que se hace del chico que les gusta y de la panda de pijas que serán sus rivales por el amor del buen mozo... y para acabar de justificar la espantada, llega la sirena y a partir de ahí los absurdos se van acumulando en el guión a una media de uno o dos por minuto, dando como resultado un material perfectamente equiparable a esos telefilmes protagonizados por las gemelas Olsen (ya de adolescentes) que se emiten en televisión las mañanas de algunos fines de semana.
La poca profundidad de esta fábula se ve acrecentada al ver la fuente de la sabiduría de las protagonistas: las revistas para adolescentes les dan las claves sobre cómo vestir, peinarse, moverse, hablar, relacionarse con los chicos... contaminando con sus enseñanzas a una teóricamente ingenua sirena que no sabe cómo enfrentarse a esos aspectos tan típicamente humanos. Al final la moraleja nos dice que la amistad y la lealtad son más importantes que los aspectos superficiales, pero tal vez sea demasiado tarde tras estar hora y media larga machacando al espectador con el mensaje contrario.
En definitiva, un producto soso e infantil que nos hace añorar la simpática 1, 2, 3... Splash de Ron Howard.