Subproducto típico de la cartelera agosteña, apenas redimido por la presencia de Michelle Rodríguez y por un desarrollo menos estúpido de lo esperable
Abundan entre los críticos las preguntas retóricas y apesadumbradas en torno a la crueldad de los magnates de la industria cinematográfica para con los artistas que han dejado huella en este arte: Por ejemplo, ¿por qué viviendo todavía Orson Welles se gastó Steven Spielberg una millonada en comprar el trineo que aparecía en Ciudadano Kane, en vez de apadrinar una nueva obra maestra del orondo cineasta? A ver, ¿por qué ningún productor se atrevió a sacar del dique seco a un genio como Billy Wilder, obligando así al director de El Apartamento a pasar los últimos años de su vida supervisando guiones ajenos y concediendo entrevistas laudatorias? ¿Y cómo ha podido George Lucas ser tan cruel como para negar a Theo Angelopoulos su mayor deseo, dirigir La Venganza de los Sith? Sin embargo, creo que soy el primero en plantearme un misterio que convierte en bagatelas las cuestiones anteriormente planteadas: ¿Cómo es posible que Michelle Rodríguez no protagonice más películas?
Es decir, ¿puede permitirse el séptimo arte minusvalorar esa piel turbia, ese cabello negro como ala de cuervo, esa mirada esquinada, ese físico espectacular y atlético? En la línea de diálogo más interesante de Aullidos se nos descubre que Rodríguez pesa 54 kilos. La sala donde vi la película se estremeció con los silbidos, los aplausos, las interjecciones, los pateos, los... aullidos. ¡No pudimos evitarlo! ¡Qué 54 kilos tan bien diseñados! Que la chica a estas alturas no haya ganado un par de Oscar ni se lleve treinta millones de dólares por proyecto es el dato que termina de confirmar la decadencia de la meca del cine. Desde aquí hago un llamamiento público a la actriz para que abandone Hollywood y se venga a España a rodar con Vicente Aranda, que seguramente sabrá extraer de Michelle sus mejores cualidades.
Una vez hemos dejado claro el principal atractivo de Aullidos, nos centraremos en el resto. Porque hay algo más, no vaya a creerse. De hecho, que Dios me perdone, para ser el típico subproducto de terror destinado a rellenar la deprimente cartelera de agosto hasta se deja ver. Cierto que los guionistas Peter Martin Wortmann y Robert Conte –hasta la fecha firmantes de comedias chuscas (deducid lo que queráis de ese dato en relación con Aullidos) como ¿Quién es Harry Crumb? o The One- no han sido especialmente originales ni sutiles en el planteamiento del film: cinco estúpidos deciden pasar un fin de semana bebiendo y fornicando en una isla deshabitada, pero resulta que tiempo ha se experimentó genéticamente en el lugar con unos perros que se han adueñado de la isla y demuestran poseer bastante más inteligencia que los visitantes, a quienes pretenden devorar.
Es inevitable que a uno le vengan a la memoria ecos de productos como El Perro, Rottweiller o Perro Blanco; que alguna escena le recuerde mucho a Los Pájaros o La Noche de los Muertos Vivientes; incluso que numerosos elementos de la historia remitan directamente a La Jauría, una novela de David Fisher llevada al cine como The Pack (Robert Clouse, 1997). Eso no impide que en Aullidos los acontecimientos se desarrollen prestando más atención al suspense y, dentro de lo que cabe, la lógica, que a los golpes de efecto, las muertes gratuitas y las escandalosas pérdidas de tiempo -como es habitual en este tipo de desechos fílmicos-, lo que ameniza un poco su visionado.
Por otra parte, el realizador novel Nick Mastandrea parece haber aprendido algo de su labor como ayudante de dirección para Wes Craven, James Mangold y Andrew Niccol. Aunque nos extrañaría que ganase el León de Plata en Venecia, sabe hacer de los perros presencias realmente amenazadoras, que además interactúan con los seres humanos en bastantes planos; y aprovecha a su favor la extrema pobreza de la producción concentrándose en los actores, más expresivos de lo que cabría pensar, y dando al film una atmósfera propia del terror de hace treinta años.
Quien acierte a leer entre las tonterías, desvaríos y paréntesis de esta reseña sabrá qué le aportará Aullidos. Los demás, absteneros so pena de acabar pidiendo al salir la devolución del dinero de la entrada (yo lo probé y no coló).