Hay un momento, mediado el metraje de Bandidas, en que te percatas de que la ambientación cinematográfica en ese mítico salvaje oeste que pretenden obtener los responsables de la cinta está fallando estrepitosamente, ya sea debido a una factura técnica y a un guión propios de un telefilme o bien a la poca credibilidad que aportan los conocidísimos rostros de sus dos protagonistas. En la escena en cuestión Penélope Cruz y Salma Hayek caen a un río y el primer pensamiento que acude a la mente del espectador es Pobrecillas, se les va a mojar el móvil. Mala señal para una película que deberíamos creernos al menos mínimamente antes de poder meternos en ella.
Bandidas es una nueva producción de Luc Besson, quien firma parte del guión y se lo entrega a dos realizadores (Joachim Roenning y Espen Sandberg) para que hagan con él lo que buenamente puedan, así que parte de la culpa del desaguisado final habría que achacárselo al responsable de El quinto elemento, que se saca de la manga una mezcla de western edulcorado y comedia tonta para deleite de las masas, copiando modelos americanos pero al mismo tiempo atreviéndose a criticar al gran imperio de la hamburguesa de forma harto sonrojante en parte de la trama, haciendo que los villanos sean unos desalmados forajidos norteamericanos que intentan apropiarse de unos terrenos que por derecho pertenecen a los bondadosos mexicanos.
Las protagonistas son una pija de la época (Salma Hayek) y una granjera (Penélope Cruz) que tras verse directamente afectadas por la mentada apropiación ilegal de tierras unirán esfuerzos para vengarse de los pistoleros, a pesar de su odio mutuo inicial (en la mejor tradición de las buddy movies). Destacar lo poco que pega la actriz española en su papel, con esos morros de pato y esos ojos eternamente pintados que poco ayudan a construir su personaje de ruda campesina. Salma Hayek resulta más creíble, pero el empeño del guión por convertirla a ella y a su compañera en meros objetos sexuales acaba por hacer del producto resultante una mera colección de estampitas para el público masculino. Para disimular un poco también anda por allí un investigador criminal precedente de los modernos CSI, pero su contribución tampoco es muy importante.
El tono de Bandidas la acerca a una especie de Los ángeles de Charlie en versión hispana y del oeste, aunque por suerte no está tan pasada de rosca como las dos versiones que se han hecho hasta ahora de aquella serie de televisión. En su defensa se puede decir que si las exigencias son mínimas puede incluso servir para pasar el rato, pero nadie puede quitarnos la sensación de que estamos ante un divertimento (llámalo así, llámalo tomadura de pelo) sacado adelante para lucimiento interpretativo y corporal de las dos actrices principales. Y lo peor es que en esta película hay situaciones cómicas que no hacen gracia, ocurrencias que no son sino tonterías, y la acción resulta torpemente resuelta. Recomendable casi exclusivamente para espectadores ávidos de pechuga latina.