El mayor problema del cine norteamericano de género es su mecánica, a veces tortuosa, de repetición de esquemas, personajes y filigranas argumentales. Sin embargo, los oscuros mecanismos que lo controlan también contemplan la aparición cada cierto tiempo de unos autores de cualidades casi extraterrestres, capaces de romper con todo y violar los viejos tabúes... abriendo de paso nuevos caminos. Es en estos momentos cuando uno redescubre que el palomitero cine de horror puede ser tan "de autor" como una película firmada por Jean Luc Godard.
No es de extrañar, por tanto, que de un tiempo a esta parte la misma industria busque a dichos autores en realizadores de videoclips, mercenarios de la publicidad, guionistas de videojuegos o, incluso, en la música rock. Rob Zombie es el último grito al respecto, pues ha crecido amamantado por demonios y mitos, y ahora tiene el arrojo suficiente para vomitarlos perdiéndoles el respeto. Su película es un viaje desquiciado abordo del tren del terror, cine experimental en su concepto más amplio y disfrutable, y claro, una delicia del exceso que enloquecerá a los verdaderos aficionados.
La historia es lo de menos: unos adolescentes estúpidos y atractivos acosados por una familia de psicópatas la víspera de Halloween. La mirada de Zombie se apodera rápidamente de todo; su humor negro, su capacidad para crear imágenes sugestivas (la muerte del policía filmada en un retenido plano picado) y su habilidad para reinventar una imagenería ya clásica -de "La matanza de Texas" a "La casa de los horrores" pasando por Albert Fish o Ed Gein- lo convierten en uno de los realizadores más brillantes y arriesgados del panorama actual. Queda por reseñar la recuperación de una morbosa y decadente Karen Black, la contundente presencia de Sid Haig (protagonista de otra joya de los setenta con más de un punto en común con esta: "Spider Baby", de Jack Hill) y sobre todo, una turbadora Sheri Moon, esposa en la vida real de Zombie, dinamitando la fina línea entre los sueños húmedos y las pesadillas.
Divertida, provocadora y brutal, "La casa de los mil cadáveres" es material de derribo para incendiar plateas y destrozar infancias, cualidades del cine de terror que ya empezábamos a echar de menos.