A un actor como Jack Black o lo amas o lo odias, así que debería ser algo relativamente predecible saber qué nos va a parecer una película donde prácticamente todo el peso dramático recae sobre el cómico americano. De todos modos, en películas como Alta fidelidad o Escuela de rock el señor Black ha sabido conjugar su particular forma de ser con una historia que exigía ciertos excesos interpretativos, ajustándose a su personaje mucho mejor que en bodrios como Amor ciego y similares.
En Super Nacho el actor se pone a las órdenes de Jared Hess, que dejara buen sabor de boca entre la crítica con su anterior Napoleon Dynamite, y encarna a un monje mexicano que se mete a combatir en la lucha libre con tal de conseguir algo de dinero que permita mejorar las condiciones de vida de los huérfanos que viven en su convento, mientras que al mismo tiempo bebe los vientos por una monjita bondadosa que es trasladada allí. En principio es algo que entraría en las coordenadas de las antaño alocadas películas de los hermanos Farrelli, aunque no hallamos aquí demasiadas estridencias, y sí una amable comedieta de escasas pretensiones si exceptuamos la de entregar al espectador una docena de chistes absurdos que harán las delicias de los seguidores de las sagas de Austin Powers o de Torrente. Eso sí, manteniéndose en un discreto plano medio, sin genialidades pero sin caer en las abyectas fosas donde en ocasiones acababan algunas películas de las mentadas sagas.
La mayor virtud de la película es la de no tomarse en serio a sí misma, y eso la salva de la quema, porque ni el argumento ofrece nada sorprendente en su planteamiento ni su posterior desarrollo depara un carrusel de emociones que mantenga metido de lleno al espectador en la trama, así que básicamente la historia sirve de excusa, como decíamos antes, para soltar unas cuantas paridas que rompen el aburrimiento que predomina durante el resto del metraje.
A destacar que las peleas no están mal coreografiadas del todo, y que esos temas musicales tan deliberadamente kitsch nos retrotraen a la edad de oro del binomio Bud Spencer-Terence Hill, con lo que a poco que vayas predispuesto al cine sabiendo lo que te espera puedes pasar un rato de lo más entretenido. Por el contrario, si esta cinta tan simpáticamente ridícula se te atraviesa, o si le tienes ojeriza a Jack Black, será mejor que lo intentes con otra película.