"Kebab Connection" no se prohíbe mostrarse dura y crítica con lo que cuenta, aunque lo haga las más de las veces soltando y provocando carcajadas.
Una cinta como Kebab Connection (2005), de Anno Saul, merece mejor suerte de la que seguro tendrá a su paso por la cartelera española. Y eso a pesar de que sobre el papel no parece aportar nada nuevo a un subgénero cada vez más frecuentado, por suerte: aquél al que pertenecen esos filmes cuya máxima aspiración es concienciar de (o, en su defecto, reflejar) la realidad de esta Europa del siglo XXI, bañada de mil colores, de un sinfín de tradiciones, de un ilimitado número de lenguas. Una Europa caracterizada por un atractivo choque cultural que la obliga a abrirse de mente y a acoger y comprender las esencias de cada uno, para seguir siendo fiel a sí misma y no dejar de ser la madre patria que siempre fue.
Así, Kebab Connection no debería pasar tan desapercibida como puede llegar a hacerlo porque viene a demostrar que en el cine (y por extensión en todas las formas de expresión artística) no importa tanto el "qué" como el "cómo" o el "por qué".
La de Anno Saul es una película que parte de una idea bastante manida ya: los dos miembros de una joven pareja pertenecientes a culturas diferentes se quedan repentinamente "embarazados" y tienen que asumir de golpe las responsabilidades y lidiar con los prejuicios y limitaciones que sus respectivas tradiciones se empeñan en cargarles a la espalda. Pero a pesar de ello, el guión se esfuerza de forma natural en abordar el tema metiéndose de lleno en los tópicos para luego darles la vuelta y, de una manera admirable, parodiarlos de tal modo que casi resultan nuevos. Al mismo tiempo, sus responsables (entre ellos, Fatih Akin, director de Contra la pared, una de las mejores películas que sobre el tema se han hecho) apuestan por un sano y contagioso sentido del humor al añadir a su historia un buen número de guiños, homenajes y tributos del todo delirantes (¿o es que no lo es mezclar en un mismo cóctel a Bruce Lee y a William Shakespeare?), dando como resultado un producto divertido, fresco y ágil, cargado a veces de muy mala leche y otras de cierto edulcoramiento, sobre todo cuando la cinta se desliza hacia su lado más romántico. Aún así, Kebab Connection no se prohíbe mostrarse dura y crítica con lo que cuenta, aunque lo haga las más de las veces soltando y provocando carcajadas.
La propuesta tiene algo de necesario a pesar de ciertas debilidades e insuficiencias, como pueden ser los trazos de brocha gorda con los que están dibujados algunos de los personajes secundarios y sus conflictos, o las estereotipadas interpretaciones de algunos miembros del elenco artístico (empezando por su protagonista, un Denis Moschitto imitando tics y maneras de algunos cómicos americanos actuales, como Adam Sandler), por no hablar de lo escatológico y desorbitado de ciertos gags que juegan en contra de la verosimilitud de la propuesta. Se individualiza del resto bien por ser una alternativa inteligente y realmente entretenida a tanto blockbuster veraniego o bien por hablar claramente y sin complejos de temas tan actuales y, a la vez tan cinematográficos, como son los problemas surgidos de la obligada convivencia entre culturas distintas, el escaso entendimiento generacional que todavía hoy nos rodea y, por último, los miedos e inseguridades que ciegan nuestras metas una vez que la puerta a la madurez se ha abierto del todo y es ya inevitable no atravesarla.
Para terminar destacar la casualidad que supone que Kebab Connection coincida en la cartelera española con El próximo oriente (2006), de Fernando Colomo, al tener las dos temáticas y modos semejantes. Puede que no sea casualidad y que haya razones por las que dos filmes como estos han acabado estrenándose casi al unísono.