En películas como La Voz de su Amo (2001, Emilio Martínez Lázaro), En la ciudad (2003, Cesc Gay), Hormigas en la boca (2005, Mariano Barroso) o El Método (2005, Marcelo Piñeyro) has encarnado a personajes que vienen a representar un tipo, el del hombre que descubre que su sistema de valores es siempre inútil para defenderse en el mundo, aunque logre preservar su dignidad. Es curioso que viajes 400 años en el pasado para encarnar un papel muy similar…
Es un personje muy pequeño, aunque tuve que currar mucho porque eran muchas sesiones al ser una película tan grande. Desde el primer momento sabía cuál era mi papel, que era un personaje de apoyo y sabía que tenía un final muy concreto. Es alguien a quién le gustaría ser culto y en un momento dado se da cuenta de cómo es todo y decide dejarlo. Por esto sí que hay similitudes entre él y otros personajes que he interpretado antes. Y bueno... mucha gente puede sentirse identificada con él hoy en día, no es algo díficil porque hay cosas que han cambiado poco, por desgracia, entre aquella época y ésta. La única diferencia son las ropas que nos pusieron, que sólo para ir al baño necesitábamos la de Dios, no quiero ni imaginar lo que debían pensar entonces. Habría algunos que con las prisas que da estar en el campo de batalla se haría sus necesidades encima (risas).
¿Cómo construyes un personaje sin apenas palabras?
Sí, yo le quité algunas, incluso (risas). Me gustaba que fuese un personaje que hablara poco. Lo construí sabiendo en todo momento el tipo de personaje que tenía, que mi misión era la de apoyar a Viggo (Mortensen) en todos los sentidos, pues Copons es el único amigo leal que tiene Alatriste. Más que fiel es leal. Yo tenía pocas acciones en la película y más que acciones eran pasitos y me apoyé en ellos para dar vida al personaje porque sabía también cuál era su final.
En un momento de Alatriste, Copons echa por la borda la única oportunidad de abandonar la vida como soldado. ¿Piensas que hay en ello un sacrificio o también el reconocimiento inconsciente por su parte de que está condenado a esa existencia militar?
Son dos lecturas válidas a niveles distintos. Como actor puedes hacer una segunda lectura trágica del personaje: que irremisiblemente va a acabar muriendo en el campo de batalla. Como personaje, lo veo más como un acto de lealtad y de sacrificio, como tú dices, en el sentido más católico de la palabra, porque por Íñigo, que es como el hijo de Alatriste, es capaz de cualquier cosa.
¿Se desbordaron los sentimientos al rodar la última escena con Unax Ugalde?
No, se trata de que no se desborden mientras actúas, de que estén justo a flor de piel y que esté toda la emoción ahí pero sujetándola. Y bueno, en el rodaje sí, porque ahí acabó mi participación en el filme. Sabía el significado de esa frase para la obra y, aunque no lo hubiera sabido, Pérez Reverte estaba ahí para recordarme que tenía la frase más importante de toda la película (risas). Sabía el estado que debía tener para decirla y dónde tenía que apoyarme para hacerlo.
Es una película de perdedores y lo que mejor refleja Agustín Díaz Yanes, lo que más conseguido está, es que cada personaje habla con miradas y no con palabras. ¿Qué opinión te merece la película?
Pues sólo la he visto una vez, pero me parece una película bella, bonita en el sentido más íntimo de la palabra porque hay cierto intimismo en ella. Era algo que pretendíamos desde el principio: las luchas no debían ser grandes batallas, sino batallas sencillas, aunque duras. No es nada esteticista, aunque sí que es muy estética. Pero no hay esteticismo gratuito, porque hueles las calles, hasta los meados de la gente, hueles la suciedad y lo cutre, notas el peso de la ropa.