Se ve a la legua que es una película hecha sin complejos...
Sí, desde luego. 'Tano' (Díaz Yanes) trabaja sin complejos. Es franco, honesto y muy llano. Escuchaba las sugerencias, aunque luego las rechazase.
La película habla de la caída de un imperio, algo que se asemeja a lo que pasa hoy en día en algunas partes del mundo y puede que sea una alegoría fácil de entender en otros países...
No sé. Un soldado que haya ido a Irak no sé cómo viviría la guerra que aquí contamos. Pero creo que sí, que puede ser transportable y mucha gente puede encontrar paralelismos.
¿Hubo fuera del plató tanta química con Antonio (Dechent) y Viggo como en la pantalla?
Sí. Antonio Dechent hace un personaje del copón. ¡Mira! ¡Es una buena frase! (Risas). Está muy bien, da un punto de verdad y de peso al conjunto. Y Viggo es un amor, es una maravilla. No tiene nada de falso, da mucho apoyo y es muy generoso. Es una norma del oficio: cuanto mejor esté el de tu lado, mejor vas a estar tú y el resto. Mi oficio es el de ayudar al director a contar una historia. Todos somos un vehículo que lleva la historia hasta el espectador. Visto así, ese buen feeling era necesario para hacer llegar al público la historia, y lo que es aún mejor, era un feeling real.
Aquí repites con Dechent tras Smoking Room (2002, Roger Gual y Julio Wallovits), y vas a estrenar Ficción, donde repites con Javier Cámara y Cesc Gay. ¿Qué nos puedes contar de este último filme?
La van a llevar, junto a Alatriste, al Festival Internacional de Cine de Toronto. En Ficción soy protagonista absoluto. Interpreto a un director de cine que se aisla en el campo con su amigo, al que da vida Javier Cámara, para escribir un guión en el que pesa más lo que no pasa que lo que pasa, algo que ocurre en todas las películas de Cesc. Y luego viven una serie de cosas sencillas y muy "nada". Otro director me propone estoy e igual no lo hubiera hecho, pero con Cesc sí. La película tiene una serie de cosas muy sencillas, muy humanas, muy simples y al final la historia es eso: lo que no escribe y está pasando allí. Mi personaje es el alter ego de Cesc, mi mujer es la mujer de Cesc en la vida real... Le tengo mucho cariño a la película y es completamente opuesta a esta: en cuanto a la pasta que ha costado, a la promoción que se hará y a la cantidad de público que, por desgracia, irá a verla. A ver qué dice la prensa cuando la vea...
Te has convertido en uno de los actores fundamentales del último cine español en muy poco tiempo. ¿Crees que es cuestión de suerte o se debe a tu capacidad de elección?
No lo sé, la suerte yo creo que siempre interviene, porque podías no haber hecho aquella película, Los lobos de Washington (1999, de Mariano Barroso) en mi caso, que me llevó a hacer cine. Luego cada uno es quién es. Yo soy cómo soy y elijo a mi manera. Estoy satisfecho hasta ahora de cómo estoy eligiendo. Soy, curiosamente, muy reconocido en la profesión, por los compañeros y también por la prensa. Me siento apreciado y valorado, pero no soy popular, lo que me hace estar muy cómodo en la vida y puedo hacer este trabajo, que es un placer.
¿Pesa en tí esa responsabilidad, esas etiquetas continuas de "buen actor"?
Estoy intentando que no, me gusta mucho mi trabajo y estoy empezando a saber cuál es: y es interpretar en cada momento, cada día, asumiendo el riesgo de que puedes cagarla. Como me gusta el oficio, hago las cosas como me apetecen, sabiendo qué cosas puedes pedir y cuáles no, porque ese papel de allí a lo mejor no es tu papel, no está hecho para tí. Estoy satisfecho, pero nadie es más exigente conmigo que yo mismo. Lo que digan los demás está ahí, pero es una responsabilidad menor a la que yo me impongo a mí mismo.
¿Se sufre?
Hasta ahora mucho, pero creo que con los años estoy aprendiendo a sufrir menos, lo que es un placer, una alegría, y habla de cierta madurez, que creo va con la edad y con las tablas.