Si el mercado cinematográfico estadounidense echa mano con pasmosa regularidad de historias creadas originalmente para las páginas de los cómics, ya sean éstos series mensuales o novelas gráficas, no hay por qué negarles el mismo derecho a nuestros vecinos galos, que cuentan desde siempre con una amplia producción tebeística y con una potente industria del noveno arte que ya quisiéramos para nuestro país. De la mano de Jean Michel Charlier (el responsable de la también adaptada Blueberry) nacieron Les chevaliers du ciel, y ahora que la serie se ha convertido en celuloide bajo la batuta del director Gerard Pires (Taxi express, 1998) toca valorar el resultado definitivo.
En principio la película nos remite a aquella que indudablemente nos viene a la mente cuando pensamos en el subgénero de “acción militar de aviones de combate”, es decir, Top Gun (Tony Scott, 1986), aunque a los espectadores más jóvenes probablemente les sea más fácil asociarla con la reciente Stealth, la amenaza invisible (Rob Cohen, 2005). Poco difiere esta Héroes del cielo de aquellas, más que nada porque cuesta disociarla de los tópicos de este subgénero cinematográfico tan poco transitado: la vida militar se trata con excesivo glamour, la relación de los protagonistas con sus superiores en el mando son puros clichés, y las subtramas románticas echan un tufo a forzado que tira de espaldas. Al menos nos ahorramos tener que tragarnos enteras las escenas de sexo gracias a las acertadas elipsis que se introducen en el montaje (y que ayudan a que la cinta sólo sea “no recomendada para menores de 13 años”).
A su favor hay que decir que en manos norteamericanas el resultado hubiera sido mucho más exagerado, los fuegos artificiales nos habrían hecho temblar de forma desmedida en las butacas y los excesos en los diálogos y los comportamientos de los personajes nos hubieran arrojado en las más profundas simas de lo risible. Por el contrario, aquí nos topamos con una frialdad típicamente francesa que parece que va a servir para algo, hasta que los absurdos en que cae el enrevesado guión nos hacen desistir de intentar encontrarle algún sentido. Las tramas se van cruzando hasta que ya no sabemos quién es quién, y cuando sencillamente pedimos que los diferentes hilos argumentales se solucionen como buenamente se pueda, coge el guionista y las da por zanjadas sin una mísera explicación. El final de la carrera aérea que se establece con los americanos, o la propia conclusión, nos dejan preguntándonos si los responsables de Héroes del cielo nos toman por idiotas.
Eso sí, a un espectador que le guste la estética MTV las persecuciones supersónicas por el cielo acompañadas de música atronadora a todo volumen quizá basten para contentarle, pero pobre favor le haríamos si la aprobáramos sólo por cumplir medianamente en la parte de acción.