Si bien el punto de partida es novedoso, lo que tenemos aquí es una especie de versión mix de cintas como Saw o Sherlock Holmes.
James McTeigue alcanzó la gloria con aquel bombazo que encumbraron los hermanos Wachowski llamado V de Vendetta para, después, firmar Ninja Assassin, una airada cinta que fue un rotundo fracaso aunque algunos connoisseurs la reivindicaron como objeto de culto. Ahora Mcteigue filma un guión que le es ajeno y que fantasea con la posibilidad de que un asesino copycat se dedicara a reproducir los asesinatos que Edgar Allan Poe legó en su apabullante literatura. Lo más curioso –y atractivo- de la propuesta es que el propio escritor será una de las piedras angulares de la investigación en el Baltimore de 1859.
Si bien el punto de partida es innegablemente novedoso y pudiera haber ofrecido una interesante aproximación a la figura del icónico escritor, lo que tenemos aquí es una especie de versión mix de cintas como Saw o Sherlock Holmes pero con una puesta en escena mucho más paupérrima que se presupone con mayores ínfulas de entrada: tenemos el componente romance clásico, los discursos sobre escritura y vida y la atmosfera prototípica de filems dedicados a Jack el destripador.
Cuando los inicios de la trama ya se han desvelado, El enigma del cuervo rápidamente cae en el thriller de suspense de fórmula reiterada y escasamente imaginativa y cambia sus interesantes atributos inaugurales por un ritmo narrativo absurdo que encadena situaciones y momentos ridículos en detrimento de aquellos que podían haber sido pavorosos. Ni siquiera John Cusack, quien parece haberse especializado en personajes truculentos, sale aquí airoso, haciendo que parezca más un personaje cómico que lo que debería aparentar ser.
Cierto es que McTeigue, aquí sólo ante el peligro, intenta imprimir una estética diferente al thriller de suspense de época y darle una vuelta de tuerca al género para proponer una reinvención ingeniosa pero todo apunta a que no ha sabido cómo dibujar su personal enfoque y acaba por brindar un pastiche demasiado atiborrado de horror sin terror y de humor sin gracia, lo que supone el batacazo definitivo de la cinta. Quédense a admirar los títulos de crédito que, como mínimo, son esmerados.