Otra espléndida película oriental estrenada casi de tapadillo, que debería servir para que el público mayoritario comience a replantearse el sentido de sus elecciones habituales
Constatar la irrelevancia de lo cotidiano y de lo sentimental cuando hace acto de presencia la muerte, y con ella el olvido, constituye el objetivo del guionista y director surcoreano Hur Jin-ho en su primer largometraje, estrenado en España con ocho años de retraso pese a haber acumulado internacionalmente numerosos galardones y críticas elogiosas.
La película detalla sin estridencias los últimos meses en la vida de un joven que tiene la oportunidad de iniciar una relación amorosa después de conocer el carácter fatal de una larga enfermedad. Al espectador acostumbrado a la falsedad con que el cine comercial occidental suele tratar el tema de la muerte, habitualmente una excusa argumental para que los protagonistas se descubran como personas humanas, aprendan a reír, a bailar, a amar y a tirarse en paracaídas, y reciban finalmente la sorpresa de que el diagnóstico médico estaba equivocado o el consuelo de saber que dejan tras de sí un coro de seres queridos congraciados entre sí y con la existencia, Navidad en Agosto puede suponerle un trauma emocional e intelectivo.
En efecto, la cercanía de la muerte no altera el día a día del afectado en el film, sino su mirada sobre lo que le rodea, que es la del realizador. Con una delicadeza y una precisión extraordinarias, y con el apoyo de unas interpretaciones calculadamente mesuradas por parte de sus intérpretes, Jin-ho da cuenta de la tristeza, la impotencia y la resignación que invaden progresivamente al enfermo; del tic-tac inclemente del reloj; de la indiferencia del universo que le rodea. Nada cambiará. No habrá epifanías que palien la soledad frente al destino que todos deberemos afrontar. Quedarán los recuerdos de unas manos entrelazadas en la oscuridad, de un paseo en moto, de un espacio acogedor al atardecer. E incluso esos recuerdos acabarán por desvanecerse como lágrimas en la lluvia. Solo la difícil sabiduría de aceptar estos hechos, tan duros como incontrovertibles, puede procurar algún alivio.
Con esta reseña pretendemos dejar claro que, aunque su resolución sea exquisita e incluso roce en ocasiones lo fácil, lo melodramático, Navidad en Agosto no es una película agradable. Pero quien haya sufrido la desaparición de seres queridos o se haya preguntado cómo sobrevirirá a ciertas pérdidas, ha de saber que esta película le proporcionará las respuestas que necesita. No respuestas fáciles, pero sí verdaderas, que calarán en el espectador receptivo con la profundidad y la emoción que únicamente es capaz de procurar una representación artística.
No por casualidad, el protagonista de la película trabaja realizando y revelando retratos fotográfícos. Navidad en Agosto es un ejemplo especialmente afortunado de que el arte, aunque como arma no garantice vencer en la guerra contra la mortalidad y la nada, sí permite percibir la luz trémula del conocimiento, el consuelo y la memoria.