Crónica amarga que en ningún momento esconde su condición de producto sin grandes expectativas.
Hace ahora casi seis años, un musical independiente se convertía en uno de esos sleepers que sientan escuela y encandilan a medio mundo. Once se convirtió rápidamente en un fenómeno, con un par de Oscar incluidos, que forjó el inicio del éxito para sus cantantes profesionales/protagonistas noveles (Glen Hansard y Markéta Irglová), amén de una relación sentimental entre ambos. Una vez superado ese fulminante ascenso meteórico hacia el estrellato y su personal epifanía romántica, ambos cantantes ya poseedores de sendas estatuillas doradas, se embarcaron en una pantagruélica gira de dos años.
Este documental debía ser el que atestiguara este tour, pero sucede un curioso reverso de los acontecimientos. Si bien esta pieza rezuma un aspecto de video doméstico de andar por casa que, presuponemos, se destinaba a completar la edición del más que probable DVD (o Blu-Ray, claro) que iba a ser comercializado con alguno de los impecables directos de la pareja, algo en el camino se trunca y surge la distancia entre estos dos encantadores dramatis personae.
Aunque la primera mitad de la cinta sea un documento prototípico en plan Detrás de las cámaras o con el regusto de un bastante cutre Making of, sin interés alguno y hasta redundantemente plomizo, la cosa enciende mecha cuando ambos cantantes inician, y prosiguen, el declive de su relación delante de las cámaras y, casi, imperceptiblemente. Es este cambio de rumbo a mitad de metraje el que, repentinamente, arroja luz al conjunto y lo vuelve una rareza de la casuística cinematográfica.
Filmada en un difuminado blanco y negro, The swell season se convierte en el giro inesperado de lo narrado en aquella Once mediante una crónica muy amarga pero serena que en ningún momento esconde su condición de producto barato y sin grandes expectativas. No son sus tres directores (amateurs y absolutamente desconocidos) los que logran conmover por transmitir frontalmente los motivos del término de una relación sentimental, sino que siguen siendo sus dos actores-cantantes los que convencen con tan sólo su presencia. Lástima que sepamos que nunca más repetirán secuencia.