Parece ser que el ambiente donde abundan los perdedores goza de buena salud entre nuestro cine. Fernando León de Aranoa cosechó grandes éxitos con Barrio, donde un grupo de chavales intentaba sobrevivir dentro del paisaje marginal. Pero fue 7 vírgenes la que logró una mayor movilización hacia las salas. Quizá sea esto lo que haya motivado el regreso a la dirección de Cesar Martinez Herrada (Cuando todo esté en orden, Manos de seda) con una historia de adolescentes que viven en el límite de la legalidad y que sólo buscan evadirse de su propia realidad.
Presentada en la sección oficial del Festival de Málaga, Arena en los bolsillos recrea la voz de la calle, narrando más con sana intención que con buen oficio, las travesuras más bien delictivas de estos jóvenes que ansían ver el mar. La película, concebida para un público juvenil, disimula la falta de un guión más consistente a través del cariño que desprenden los personajes interpretados con una soltura nada despreciable. Sin embargo, el resultado no logra ajustarse a lo esperado... o tal vez sí: si su destino es calar en un público en la edad del pavo el mensaje es claro, grafitis y jerga adolescente campan a sus anchas, los personajes resultan arquetípicos (como el orientador educativo protagonizado por Daniel Guzmán y las situaciones en las que se ven envueltos), pero tampoco debemos dudar de la intención del director al querer mostrarnos la realidad de los más desfavorecidos.
El resultado es decididamente entusiasta a pesar de que esta visión quede empañada por apuntes algo superficiales y que acarrean consecuencias como la falta de implicación del espectador que sigue sin esfuerzo las peripecias de estos adolescentes sin que se aporte nada nuevo a la temática de corte social. En ciertos momentos resulta simpática y en otras banal, dándonos una de cal y otra de arena, alcanzando con ello una temperatura tibia, vamos, ni frío ni calor.