El director hilvana, casi imperceptiblemente, un entramado de historias, algunas de ellas terriblemente necesarias y otras un tanto prescindibles.
Kenneth Lonergan, ya con dos obras en su haber, puede considerarse una de esas voces extrañas del panorama independiente que deberían ser tomadas en serio. Hace más de diez años nos regaló una joya absoluta que parece haberse olvidado a día de hoy. You can count on me era una de esas cintas pequeñas cuya grandeza residía en su modestia y en una brillantez descriptiva que hermanaba a dos personajes en estado de permanentes turbulencias.
En Margaret, las turbulencias tampoco son menores: Lisa Cohen, una atormentada muchacha a mitad de camino entre la post-adolescencia y la vida adulta, acaba convertida en uno de los factores que desencadena un trágico accidente en el que pierde la vida una mujer de mediana edad. Este hecho determinará una colisión entre diversos personajes que se verán obligados a aceptar unos hechos que les han sido impuestos.
Margaret, como título simplificado, no alude a ningún personaje sino a un estado personal y colectivo que resume el desasosiego de la vida adulta. Pero también revela el hundimiento de nuestra sociedad, y es que Lonergan aquí despliega muchas más ambiciones discursivas que las que abría en su primera gran obra, situándolas en el magma de turbulencias sociales que supone la Gran Manzana, o dicho de otro modo, la capital termodinámica de nuestro mundo socioeconómico.
La cinta supone la confirmación de dos nombres y la revelación de un tercero. Kenneth Lonergan subraya aquí su particular luz cuando arroja una narrativa y filmación de acontecimientos encadenados prácticamente perfecta mientras que Anna Paquin nos recuerda por qué ganó un Oscar a los once años, antes de que se emparentara con superhéroes torturados y seres de ultratumba. La sorpresa corre a cargo de un nombre muy poco comercial, J. Smith Cameron, quien logra con su presencia el difícil arte de hacer más con menos. Además, toda una retahíla de nombres notables completa este reparto coral de enromes proporciones.
El director hilvana, casi imperceptiblemente, un entramado de historias, algunas de ellas terriblemente necesarias y otras un tanto prescindibles, que se van deshojando a lo largo de dos horas y media de metraje. Su voluntad es la de clarificar, bajo su objetivo, el estado de las cosas después de los atentados del 11-S así como de otros acontecimientos que han variado el rumbo mundial. El resultado, desolador y doloroso, logra la conmoción desde diferentes perspectivas así como la fundación de una profunda reflexión sobre la incapacidad del individuo para hacer que el colectivo responda ante los cambios. Lonergan no consigue la perfección pero se acerca; sólo queda esperar que no tarde diez años más para realizar su futura incursión detrás de las cámaras.